La realidad de los miedos, es que a veces son un invento para buscarle una explicación a algo que desconocemos. Temer a la soledad, a la oscuridad e incluso al mismo monstruo que llevamos dentro, nos lleva a cometer delitos que nos torturaran hasta el último día de nuestras existencias. La mente de uno cree e idealiza que todo es producto de alguien más, con el simple hecho de no culparnos a nosotros mismos. ¿Razón? ¡Simple! Algunos no son completamente fuertes como para hacerse responsables de sus actos... Pero tranquilos, porque un monstruo se encargará de hacernos entender la realidad.
Se escucha un ruido retumbante de un vaso de vidrio rompiéndose en el cuarto continuo.
-¡Mierda! ¿Qué carajos fue eso? -exclamó Adrien, quien dormía plácidamente en su cuarto.
El joven se levanta lentamente alistándose poco a poco. Mira su móvil para ver la hora.
-¡Maldita sea! Son las cuatro de la madrugada, ¿quién carajos se levanta a esta hora para fastidiar mi sueño? -refunfuña mientras toma un abrigo, para luego frotarse las manos.
Se escucha un chillido provocado por las bisagras oxidadas de su puerta. Adrien abre despacio para no espantar aquello que provocó su pronto despertar. Se dirige a la cocina, lugar que provino el molesto sonido, dando pasos en punta para no generar ruido. De pronto, se vuelve a escuchar un sonido, el cual es de un cubierto que cae al suelo.
Adrien susurra en un estado temeroso, -¡Oh mierda, mierda, mierda!
-¿Quién anda ahí? -proclamó lo más silencioso posible.
El muchacho se acercó lo suficiente para llegar al borde de un arco que divide los cuartos. Poco a poco avanza hacia el centro de la cocina, dando sus pasos en punta para no ser detectado. Una vez llegó, y sin ver nada en absoluto, pisó el cubierto que anteriormente habían tirado.
-¡Ay! -exclamó de dolor al pincharse con un tenedor. -¡Mierda! -vociferó mientras se le escapaban un par de lágrimas. -¡Esto no puede estar pasando! -se convenció a sí mismo de que en realidad era todo un sueño.
Prontamente cayó al suelo de dolor, un nuevo ruido se presentó. Este fue más intenso, al grado de captar la atención de Adrien rápidamente. Se escucha el sonido de alguien lagrimeando en su cuarto, de una manera muy penosa.
-¡Mierda! Hombre... Estoy solo, por favor déjame en paz, -susurra en lágrimas y dolor de desesperación. -¡Hoy no! ¡Por favor!
Adrien aún llorando desconsoladamente, tomó suficiente valor para ponerse de pie e ir a mirar.
«¡Adrien, no lo hagas!», pensaba atormentado. «Esto no es una buena idea, vámonos de aquí», se repetía a sí mismo, convenciéndose de que lo mejor sería estar fuera. «¡Mierda! ¿Qué carajos está pasando en mi puta casa?», se amonestó a sí mismo intentando recordar sus acciones que den indicios de merecer tal situación.
El joven inició su camino en dirección a su cuarto, mientras por detrás iba dejando huellas de su herida en el pie. Los sonidos de alguien llorando se hacían cada vez más fuertes.
-¡Maldita sea! -vuelve a susurrar. -¿Quién eres? ¿Qué quieres? -grita desesperado mientras regresa a su cuarto para verificar la situación.
Se escucha el llanto de una niña, quien susurra «¡Ayúdame!». Adrien está cada vez más cerca de su cuarto. Se escucha nuevamente el rechinar de las bisagras. Una pequeña ventisca empuja al joven al suelo, quien aplasta un pedazo de vidrio con su mano derecha.
-¡HA! ¡MIERDA! -grita de dolor. -¡P-p-por-qué! -llora desconsoladamente.
Adrien rompe su remera para crear un vendaje. Se cubre la mano con fuerza y se lo coloca. Pronto, se limpia sus lágrimas e intenta ponerse de pie. Una vez hecho, se escucha fuertemente el pisar de un trote en dirección a la cocina, mientras una sombra persigue el sonido.
-¡No! ¡no! ¡no! -entonó desesperadamente mientras perseguía con su mirada a la sombra. -¡ADRIEN! ¡SAL DE ESTA PUTA CASA, YA! -gritó en voz alta dirigiéndose a sí mismo, para tomar el valor necesario y correr tras la puerta que daba al exterior.
Apenas empezó con un leve movimiento hacia la puerta, el piso empezó a temblar fuertemente. Los muebles de su cocina caían consecutivamente, mientras que sus utensilios eran arrojados a una pared, los cuales terminaron clavados.
En el comedor empezó a escucharse como una niña reía, mientras el ruido de unas pisadas gigantescas se acercaban directamente a él.
«¡Oh padre nuestro..», comenzó a rezar en sus pensamientos mientras tomaba carrera para tumbar la puerta de su casa y salir lo más pronto posible de ese lugar.
Mientras Adrien rezaba en su interior, las vibraciones de su hogar eran cada vez más intensas. Se escucha una niña llorar en su cuarto, una mujer gritando fuertemente desde la cocina y un hombre que corría tras él como si de un gigante se tratara. El muchacho, con todas sus fuerzas, corrió flexionando su hombro izquierdo para recibir el impacto de la madera y partirla.
-¡DÉJENME EN PAZ! -gritó con total intensidad, permitiéndole conseguir la adrenalina necesaria para romper la puerta fácilmente.
Adrien cayó fuertemente al suelo, provocando que una vez rota la puerta, con el impulso se golpeara con una roca que se encontraba en su patio exterior. Dentro de su casa, solo se escuchaba un silencio perturbador.
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