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Seduciendo al coreano

Seduciendo al coreano

Sarah Shea

5.0
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508
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6
Capítulo

Paola era una hija adorada, consentida y sobreprotegida. Su vida siempre fue como un eterno arcoíris de amor, aceptación y, sobre todo, inocencia. Recluida en un internado regido por monjas hasta la mayoría de edad, su conocimiento del mundo era casi nulo. Del mundo, y de los hombres, porque cualquier atracción hacia ellos era inexistente. Eso cambia el día que conoce a Seung, un estudiante extranjero que asiste a la misma universidad. Desde el instante en que sus miradas se cruzan, Paola toma la decisión de hacerlo su marido y el padre de sus futuros hijos, sin importar los medios que deba usar para conseguirlo. Así eso incluya un viaje a las Vegas con todas sus amigas, un secuestro, un ataúd y una boda sin el consentimiento de uno de los cónyuges. Seduciendo al Coreano es la historia de amor de la hija de Aledis y Brais, unos de los protagonistas de Seduciendo. Es una novela independiente y se puede leer por separado, pero si queréis conocer un poco más de la loca familia que conoceréis en esta novela, ya sabéis dónde encontrarlo.

Capítulo 1 Prefacio

¿Cómo terminó tras las rejas Paola Montenegro Ruíz? Ni ella lograba darse una respuesta. Santa Paola de Calcuta, como la llamaba su tío Elián desde el más profundo cariño; la hija adorada y consentida de la prestigiosa diseñadora Aledis Belleti y Brais Montenegro el genio y socio de una de las empresas más importantes del país. ¿Cómo llegó a cambiar tanto la vida de una casi futura aspirante a misionera?

Acusada de secuestro, intento de violación con uso de violencia y daños psicológicos del demandante, que no era otro que su propio esposo Seung Jang. Paola no podía entender cómo una hermosa historia de amor podía acabar de esa forma, con ella entre rejas y arrastrando en su locura a todas sus amigas y a su tío Elián. Aunque la presencia de él no era un hecho extraño; lo cierto era que, su adorado tío, no necesitaba a nadie para meterse en problemas.

Le dolía el cuerpo, estaba cansada y sudorosa; la cabeza parecía un hervidero de explosiones a causa de cualquier sonido estridente, sentía la nariz despellejada de tanto llorar y limpiarse las secreciones con un trozo de tela rasposa. Sus padres iban a matarla en cuanto supieran dónde se encontraba, a pesar de tener veinticuatro años mantenía un profundo respeto por ellos.

Observó a sus acompañantes buscando en ellas un poco de consuelo, pero lo único que recibió fue miradas desafiantes y algunos gestos extraños que no lograba entender. Como el momento en que Alejandra paseó el dedo índice a través del cuello mientras murmuraba que la haría desangrarse poco a poco. Sintió un escalofrío al creer que podía tratarse de una amenaza de muerte, aunque lo más probable sería que le estuviera diciendo que se cubriera para no resfriarse.

No eran las mejores amigas, pero las situaciones extrañas terminaban por unir a las personas, y no había nada más inusual que planificar un viaje para engañar al hombre que se amaba; después drogarlo, secuestrarlo, hacer que se casara con ella de un modo inocente e intentar consumar el matrimonio para que se hiciera legal a ojos de Dios. Porque eso de casarse en una ceremonia oficiada por un Elvis falso en las Vegas, con su tío Elián de testigo vestido con una toga romana, y todas sus amigas de damas de honor manteniendo sujeto al novio, definitivamente no era lo que había soñado.

Sin embargo, los sueños podían modificarse, puesto que la consecuencia de todas las acciones era conseguir por fin al hombre que había adorado desde que tenía dieciocho años. Uno que había perdido y que no pensó volver a encontrar y, cuando Seung regresó años más tarde, Paola perdió el control de sus emociones y de sus actos.

Como siempre decía Elián citando a Maquiavelo: «El fin justificaba los medios», aunque había escuchado muchas veces a sus padres decir que esa era la excusa a la que se aferraba cuando los planes no salían como en sus pensamientos.

Y eso era lo más increíble, ¿cómo algo tan bien planificado podía terminar de una forma tan horrenda? ¿Cómo el amor podía ser tachado de delito? Seung, su amado marido, debía estar loco por ella, no loco por librarse de su presencia. Tendría que sentirse halagado por todo lo que era capaz de hacer por él, mas se encontraba en la comisaria declarando en su contra para hacerla «pudrirse en la cárcel», tal como le había gritado.

Quizá para comprender mejor la situación habría que retroceder unos años. A los tiempos en los que, la inocente Paola, conoció el amor por primera vez y, una mujer con dotes para ser una buena esposa, o una buena monja, se convirtió en una falsa degenerada sexual, ya que no había cometido los delitos de los que se le acusaban. Si de algo era culpable no era de otra cosa más que de ser ingenua, pero eso Seung, no lo sabía.

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