La esposa del Jeque.
s de su esposo, a pesar de que ambos usaban pijamas, la joven sentía ese contacto arder en su piel, eso era lo más cerca
lce con ella y siempre le regalaba una sonrisa, solo a ella, porque cuando Farid debía tomar una decisión o había algún problema en la tribu, él cambiaba totalmente, su seriedad y frialdad helaban la sangre, muchas veces Marwan le pedía a Leila que lo acompañara, cuando las cosas iban a ser complicada, solo la joven lo podía hacer mantener la calma con su sola presencia, parecía que Farid no quisiera asustar a su esposa ni con su tono de voz, ya que para la joven siempre tenía un tono de voz suave y cariñoso, ¿Cómo no iba a enamorarse de él? Era imposible, Leila suspiro y salió de aquel refugio, bajo e hizo el desayuno, las empleadas reían con las travesuras que la joven de 18 años hacia y los custodios disfrutaban de su canto, parecía que la suerte había estado del lado del Jeque Khattab, su esp
de lo que merecías. - dijo Said, mientras s
o su mirada, sabiendo que para las mujeres una vez que se casan solo deben obedecer
que se ocupe de la casa. - Said parecía haber olvidado donde se encontraba, el enojo no lo deja ver, él había pensado que tendría muchos privilegios una vez su hija se casara
estás hablando Said? - Zayane se maravilló al oír aquello, Leila sabía muy bien que tan importante era en la tribu, y si se ocupaba de los queh
osotros, ya sé que el Jeque Farid te da mucho dinero que tu so
ida por haber marcado a su esposa, mejor vete por donde viniste Said, porque nuestro parentesco termino el día que mi madre murió. - dijo aquellas palabras sin un ápice d
s custodios que lo sometieron de inmediato, no solo porque era su deber, ellos quería
e de mi vista, es un
a su hogar alegría, valentía, perseverancia y amor. Ese fue el único día que Leila se mostró en
sirvieron el desayuno, que como siempre Leila había preparado, cuando la joven se s
maba su mano y miraba de cerca la herida, ese contacto e
la cocina y saco una bandita del botiquín, la cual coloco en el dedo
in ti. - dijo mirándola a los ojos para luego besar su frente, incluso Zaya
an, creo que ya es hora de que el amor sea dem
on, ya habían pasado tres años desde su casamiento y la falta de un
sus ojos en Leila, para la mujer la d
8 años hace un mes, por lo que decidimos qu
la ir al ginecólogo, o tomar píldoras para no quedar embarazada, tampoco encontraba rastro de cualquier otro método anticonceptivo cuando aseaba la habitación, pero lo que más la preocupaba es que las sabana, siempre estaban limpias, Antara tenía
e lo que en realidad iban hacer, era dirigirse a una clínica para la inseminación, Leila estaba
r el combustible en la última parada que hicieron antes de llegar
cias por preguntar. - Farid le s
eila lo siguió, luego de colocarse el cinturón de seguridad lo miro con la intriga en l
mprendiendo el viaje n
o que extra
nada, pequeña Leila. - Farid vo
qué lo ex
e a crecer en tu vientre no te contendrás y me dirás todo lo que quieres comer, no temas en pedir todo lo que desees, sin importar la hora, no que
duda llego a clavarse como una espina en su corazón, la vida de las mujeres, incluso las hijas de los Jeques no ser
lcance, nuestra hija no será moneda de cambio con ningu
ento Leila vio que su esposo no tenía puesto el cinturón
dijo a modo de regaño
maniobrar, mientras Leila dejaba salir un grito de terror, Farid perdió la estabilidad del vehículo, comenzaron a dar vuelcos, Leila vio con horror como F
vano de liberarse del cinturón de seguridad que la ma
allí, sentía sus rodillas ser cortadas por los cristales rotos, al igual que las palmas de sus manos, levanto la cabeza y vio como Farid se arra
RID!
aba tanto que no se podía mantener en pie, por lo que gat
Rafid pasar por su mente una sola vez antes de morir, él lo único que podía hacer era ver los grandes y hermosos ojos color caramelo de su esposa, la joven que
ari
e que se acercara, y así lo hizo, Leila obedeció a su marido y llevo sus fre
de Farid dejo de tocar su mejilla y simplem
TUS OJOS! ¡FARID! - sus gritos rompieron la tranquilidad de la noche, su garganta dolía, p
ella amaba con toda su alma, el hombre que durmió a su lado por tres años y la respeto más que cualquier persona lo hizo en toda su vida, su esposo, su Farid, quedaba tendi