Anhelando tu amor
Farid dentro de sí, se esforzó por mantener su mente centrada, debía pensar por lo que real
presentes quiso ser el elegido para mostrar sus tel
pero ya había hecho su selección
en las próximas 24 horas les haré
rem Romano, los había atendido con una sonrisa fría y cordial, los mejores aperitivos y licores fueron servidos, no
s Farid Aziz, quien observó a la mujer, era imponente su presencia, su actitud, toda ella, si no lo elegía se daba por satisfecho, ya la había vi
la alertaron, pensó que
¡P
su mirad
te mis an
adie me inform
antó de un
!, ¿suce
que si no elige mi empresa, me voy satisfecho p
ed! ¡Salga de mi oficin
a señora Romano- di
ella después de unos instantes sonrió, « Sí que era atrevido y osado este señor» pensó, l
nde lo había conocido, nuevamente so
, solo es un
meditó sobre lo que miró en aquella reunión, las telas de Farid Aziz, eran fascinantes, tenían un aire sofisticado que l
ros que pedían a gritos ser seleccionados, él se veía con aires de suficiencia que al pr
zamiento, había mucho que hacer y ya mañana se reuniría con éste hombre para después empezar con las modelo
para su gusto, ese día salió temprano de sus empresas, siempre era la última en salir, pe
en Europa, así era su vida desde que había iniciado su empresa de exportac
s profundos y hermosos, tenía que dejar de pensar ya en ésta mujer o se iba a enfermar de obsesión, debía pensar
después de tomar un baño, se pre
a favorita?- respondió la her
aren con voz de hastío- n
rmana - ¿Que está sucediendo contigo mi ard
recuerdos - dijo ella - necesito que te vengas unos días
econocer que necesitas de mis terapias
- ya sola no puedo, quiero que deje
smo me cambio a tu departamento y verem
permitió dar rienda suelta a su recuerdo. ¿Que le hab
semáforo, cruzó al frente de ella, por un momento creyó que era su ex pareja, pero lue
ños desde aquel terrible día que había llegado de improviso a casa por unos bocetos de d
y se dirigió hasta donde creyó escuchar los sonidos de conversación, tenía el estómago extrañamen
petrificados, ella sintió náuseas, aquello era demasiado para las ilusiones de amor que tenía, apen
intentaron justificar lo injustificable, los sacó a empujones de su casa, de inm
basura para sus oídos, aunque unos años atrás unos ojos muy limpios le habían i
ndos la habían atrapado y hoy había estado nuevamente frente a ella, en aquella reunión de proveedor
intentó seguirla, ni mucho menos insistió como la mayoría de babos
nte que lo llamara para darle la noticia de que
en su oficina, ya la asistente estaba tras su esc
ñora Romano, ¿Cóm
er al saludo de
Farid Aziz y dígale que haremos n