La herencia maldita
mó la atención una foto de ellos, y un sobre. Lo abrí nervioso para encontrarme con una hermosa carta de m
les. Ellos me dijeron que se trataban, ahí está arreglado todo para que perma
e v
fortuna para cuando salgas del colegio pued
go para el colegio y comenzaron a alabarlos. Los escuchaba en silencio sin comprender bien todavía lo que explicaba. Porque mi mente solo estaba detenida en el hecho de que estaba sola en e
rmanas. Necesito hacerle un
ime que quieres saber? Si está
ar?-pregunté con timidez, bajando la ca
on de otro familiar que no fueras tú. Eras el único tema de conversación q
endo de que en verdad estaba sola en este vas
der ayudarte más, pero no sé n
a había estudiado en el colegio
unca lo dijiste? La buscaremos en los r
as eso quiere decir que no tenía a nadie más. ¿Y
o como todos los niños del colegio, ahora soy igual que ellos, sin
quedarte con nosotras si quieres la vida entera. -Hab
paz de ayudarme a escapar de esa realidad. Podía pasarme el día y la noche leyendo sin parar. Las monjitas no me dejaban, me obligaban a participar de las actividades, a acompañarlas a d
olegio. Se habían percatado que yo con mi gran facilidad, las ayudaba a entenderse con todos y las personas al verme eran
u paciencia, amor y comprensión lograron que me fuera habituando a la idea que esta era ahora mi vida, mi fami
gio, me trasladaron para una de las pequeñas habitaciones en que habitaban las monjas. Convirtiéndome en una trabajadora más, las ayudaba en todo
vertirme en monja, en otras tenía ansias de salir a recorrer el mundo, y así me encontraba e
decidía a dejar el colegio. No conocía nada del mundo exterior, tampoco poseía vocación para ser monja, me encantaba enseñar a
os varias veces. A través de ellos disfrutaba las aventuras del mundo. Me imaginaba viviéndolas personalmente y creo que era uno de los motivos por lo que nunca me decidí a tomar los
re superiora. -Vino corriendo una d
Qué querría a esa hora de la n
acho de la madre superiora -contestó y agregó
muchas gra
habitación en penumbras me causó algo de temor. Al verme se puso de pie, apreciando que se trataba de un hombre muy delgado con una joroba en su espalda que lo hacía pe
rdes, seño
noches,
milia, querida -me expl
. Y como bien le dijo la madre superiora, soy
s que pude apreciar su afilada y prominente nariz; que contrastaba con unos grandes ojos negros muy brillantes; una fuerte mandíbula daba a entender un carácter firme y decidido; sus labios muy finos me sonrieron am
dara, todo lo habían dejado debidamente arreglado, jamás tuve que hacer ningún procedimiento para arreglar nada. Los
aba incrédula ante esa revelación.