La Obsesión Del Millonario
villó Eloísa de la mansión
erto toque melancólico. El lugar era tan grande, qu
más bien di
iempo sin verla que cualquier palabra que saliese de su boca
go que tie
o Eloísa deteniéndose p
viaje de negocio
O
ntirle, pero no podía decirle que a su "esposo" le importaba muy poco su llegada y que, además, no tenía tiempo para recibir a su cuña
por mucho tiempo. Necesitaba ingeniárselas para que Henrick le colaborara y
ostraré tu
ática, Helena salió de la recámara de su
ayuda, por favor-pidió
gió el hombre demostrando su po
que te coment
ick
po para record
Henrick!-se exasperó la mujer ant
e interesa-dicho aque
o una vena se abultaba en su frente. Ese
.
parece? ¿
, Helena, per
as, es p
ra ella. Ella no podía ni siquiera pensar en probárselo al ver aquellos precios tan exo
, prué
len
eme, esto no es nada para todo el d
venganza por no querer ayudarla. Su hermana llevaba dos días que había lleg
no me
atelo-insist
as lo hacía no podía evitar pensar en lo extraña que se comportaba su hermana. Def
gó su hermana al verla u
ú c
staurante que prepara una comida delic
na ya le había explicado que su esposo los había contratado para mantener su seguridad. A todas estas, le seguía pareciendo sospechosa la actitud de Helena cada vez que le preguntaba por el hombre. Er
una res
elena
asto para que aquella recepcio
o, señora Co
poso-le recordó. Ella nunca había ido a ese restaurante, per
a chica en voz muy baja,
s escaleras, luego de unos minutos llegaron a un área igual de elegante pero carente de personas, o, al menos, esa fue la primera impresión que recibieron de aquel espacio.
sa?-se preocupó
ron a la pareja, descubriendo algo que la dejo con la sangre helada. Ella no conocía al marido de su hermana, pero en esos años lo había vis
rían gruesas lágrimas, no fue necesario confirmar nada, todo estaba al alcance de su vista. No supo en qué mom
ito in
n tal intensidad, para mirarla con una furia
n demo
o explicar-interrumpió la ma
blas? ¿Acaso no
mo era que Helena podía actu
irando con dolor al hombre que
nto
ó jalarla del brazo, para que se m
a encontrarse con los del hombre, aquel fue un duelo de miradas que