Dominada Por El Cruel Millonario
me hace saber que tengo el empleo -emito,
s. Debo ser cuidadosa ante el señor... hielo, él es de esos que no se acercan al sol, para no ser vencido por su calor. No demuestra emoción,
una demanda y tomo la hoja que me tiende -. No to
todo lo
acue
a dejando ver una sonrisa de
orzado al corresponder o inten
mano, pero me la deja tendida haciendo un gesto desdeñoso. Apenada por el d
midades. No puedo creer que no tomara mi mano, ha sido algo irrespetuoso de su parte. Resoplo. Soy capaz de andar por el pasillo, ha sido menos
sillo me intercepta l
lido todo? -
dado el trab
i compañera. ¿Te ha dado el horario? -averig
la muestro a
o te ha dado otras instruccion
sa que deba saber? -me veo e
los empleados nos quedamos aquí, muchos vivimos lejos de casa,
ción de preguntar sobre el comportamiento de ese Silvain conmigo, pero me muerdo la lengua. Hay co
erte mañana, por favor, apégate al horario, so
e tú me ayudarás un poc
yudaré, linda. No puedo seguir ha
ien, no
te guíe hast
e situada en el centro, a los costados plantas apodadas y flores por doquier. Es una fachada perfecta, bonita y atrapante. La verdad difiere con el estilo de mi jefe, no es de los que me imagino recorriendo estos lares y otorgando un minuto
la ca
ente ha dedicado tant
.
nan mis ojos a esa hoja. No he reparado mucho en el horario, y debo ajustarme a ello. A mi lado se ubica una mujer, lleva sobre el regazo a su nena, no debe tener más de dos años. Me resulta coqueta y
á por eso vuelvo a sentir un nudo en la gargan
oscuridad. Meto la llave en el cerrojo y entro de lleno. Aún recuerdo cuando estaba sana y le avisaba de mi regreso. Solía salir de la cocina y anunciar que hacía algo delicioso. Una lagrimita sale de mi ojo y con eso caen los recuerdos como una cortina que devela el prese
iente que calme el ardor. No he tenido el valor de recogerlas y meterlas en una caja, eso sería de alguna manera arrojar momentos inol
*
ne miedo, y quiere infundir temor. Despavorido en