El CEO Olvidado
- Patética
ic
al mismo tiempo, en un principio, yo no entendÃa lo que me decÃan, trataba de hablar pero me era imposible. Hasta que vino un hombre, algo mayor, y despejó la sala, quedando
respondÃ, entonces insistió - ¿en
rme y, según él, mi nombre era Alicia. Pero yo no lo recordaba, no recordaba nada, ni m
à le entiende – dijo la c
u vida, asà que te vamos a hacer varios estudios, placas, tomografÃas, etc, para descartar cosas – hizo una pausa y con voz
i conversación con el doctor, pero era obvio que no, pues estaba en otra habitación y no en una camilla sino en una cama. La mano que sostenÃa la mÃa, se sentÃa agradable, asà que evité moverme. Como pude, con mucha dificultad, fui abriendo mis ojos. Al principio est
us venas muy marcadas, que la tomaba con firmeza pero a la vez con delicadeza. El dueño de esa mano, tenÃa su cabeza apoyada a
e manera involuntar
norme sonrisa, se puso de p
i amor, has
amarme Alicia, asà que e
penas, pero ya podÃa habla
nada, no te fatigue
a, podÃa ver que lloraba, y m
quien era, pero era
u
o, ni siquiera para ir a ver a mis hijos, solo hablaba con ellos por teléfono. Al igual que con la Nana, a la cual le habÃa cargado toda la responsabilidad de cuidarlos y m
sa, darte un baño, para refrescarte – dijo Renzo y extendió su mano car
spegarme de e
, apestas amigo – y sonrió – anda,
rac
ego la acomodé al lado de su cuerpo y, muy a mi pesar, me puse de pie y me
s hijos eran lo único verdadero que tenÃa en la vida, eran mi perdición, mi debilidad, pero también mi fortaleza. SabÃa que tenÃa que ser fuerte, por ellos y por Alicia, pero no encontraba la forma, pues cada hora me debilitaba más y más. Todo este tiempo le habÃa prometido que estarÃa a salvo, que nada le pasarÃa, incluso velé por ella prácticamente durante toda su vida; pero, cuando me necesitó en real
de ver a Renzo sentado al lado de la cama, ahora era él quien cogÃa la mano
uka
uilo, ha habi
llorando, incluso tenÃa mojadas las mejillas aún. Él ta
ra – disculpa Luka, es que me angustia mucho verla a
é que la quieres mucho, hace muchos años que la conoces, incluso más que yo
vez sus ojos se llenaron de lágrimas y rodaron por sus mejill
i no estabas allà – ahora era yo quien dejaba correr las lágrimas – solo yo soy el culp
preguntó
cesitaba alejarme, no porque estuviera desconforme con mi vida – suspiré - ¡sabe Dios que adoro mi vida con ella! – volv
asombro – no tenÃa ide
a, solo soy un estúpido hombre inmaduro que quer
be que te
ecÃrselo, yo la amo, la amo con locura, eso no está en tela de
n de desasosiego de Renzo al oÃ
rad
sumamente aturdida y desorientada, asà como dolorida, por ello su cuerpo es
r un poco los ojos, vio la cabeza de un hombre recostado en la cama, a un lado de dichas
pero su brazo sufrió u
i amor, has
ijo casi en
nada, no te fatigue
odeada de enfermeros y min