LOS SECRETOS DEL ASESINO
o en dirección Rúa Lanzós, en el casco antiguo de Betanzos, allí majestuosa, se alzaba la iglesia de Sant
nmigo mismo, a veces incluso pensaba que era el mismo Dios quien me llamaba para que volviera a casa, cómo justificando mis acciones y eso que yo no era, nunca he sido demasiad
a, que me observaba desdé el interior del confesionario, el párroco de la iglesia era el Padre Andrés cerca del metro setenta y de complexión delgada, ojos saltones de color negro y pelo moreno con
a me conocía de otras ocasiones-, noto un gran pesar
el Cristo de la cruz, pero sabía que se habí
ó este- no es bueno c
ontesté sin mirarlo- pero parece que
rar esa carga y sabe que yo no estoy en disposición de juzgar lo que
andamiento?- miré de soslayo
a la cruz sobre el altar- pero estoy seguro que sabrá per
es un lugar mejor sin esas personas, aunque no sea yo quien deba juzgarlo, yo sólo he ejercido
re Andrés, me quedé esperando alguna palabra suya mientras pensaba en cuál podr
verdugo para ejecutar tal castigo, deberías arrepentirte, hijo, mientras yo rezaré por t
quien juzgó a esos desgraciados, sólo fuí ejecutor, quizá su Dios esté contento por ello- contes
y me ha dado a mi el poder de ejecución para que estás almas cumplan con el ca
iguarse mientras rez
s le sonreía con malicia, quería tocar la fibra de aquel hombre, me divertía haciéndolo -p
e, yo sólo quiero ayudarte a encontrar un camino mejor, que te lleve a la paz con tu propia alma, pero debes cambiar hijo, el camino que llevas no es el correc
más correcto, o al menos el menos mejor, de eso estaba seguro y no necesitaba un párroco para convencerme. Regresé a mi Seat Ibiza neg