Contagio de amor
y esmero. Era licenciado en turismo y se divertía mucho acompañando las excursiones por la ciudad con los visitantes, contándole historias, anécdotas, recuerdos, vivencias y hasta l
rañó sob
a en Turquía y Francia-,
al?, empecé a rascarme el pelo
uelta y se marchó hacia el bus que esperaba en la puerta para salir
te estará en el hall, Julissa en la terraza
todo me parecía diferente. No habían sonrisas, se pintaba la preocupación en los rostros, hab
dicen que es en previsión por los contagios, ten cuidado hija, parece que esto es muy en
también-, le pedí.
en sí el vozarrón de Douglas
gando turistas de Italia al hotel-, anu
y Damián se apuró a llevar las male
da madame, pase usted adelante caballero-, fui recibiendo a los huéspedes, de diferentes pa
reguntó un español muy maduro, ca
vo dificultades?-,
marzo, que nos someterán a pruebas de sangre, que no podremos regresar al paí
virus que está afectando Asia y
portancia-, exhaló el tipo su desconci
città?-, me habló otro tipo. Era alto, delgado, pelo rubio, los ojos tan celestes que casi no
onocer la ciudad-, balbuceé admirada
aliano, perdón signorin
vi avevano detto sulla quarantena, non vole
ebles, pues las rueditas no giraban. Yo seguía tonta, murando y admirando su porte de play boy, s
*
aseo. Esperé que fueran las ocho de la mañana. Ya me había duchado y estaba cambiada. Me puse un jean pegadito, una camiseta y mis zapatillas rosadas. Me calcé lentes oscuros. Me despedí de los chicos de seguridad y del parqueo, y me fui en mi carro al mercado de mi zona. Puse música en la radio, salsa que es
uchísimas personas regresaban a sus casas llevando planchas de papel higiénico y papel toalla, por decenas, incluso a rastras. -¿Qué ocurre
gritaban. Yo estaba estupefacta viendo a hombres y mujeres de todas las edades arremolinados en torno a los puestos, dándose empellones, alzando
a?-, me pregunté ra
Me dieron un empellón, apartándome del camino y fueron hacia un puesto que surtía de todo, pero que, paulatinamente
rar y comprar, como una loca. Corrí de prisa y busqué, en medio del tumulto, a la vendedora a la que siempre me despacha. Ella me reconoció, se empinó sobre sus pi
vos, menestras, todo lo que se me ocurrió,
ulos de aseo, frutas y verduras a granel y, por supuesto
la cuarentena-, escu
vivir encerrados-
ra un mes-, su
mi auto y prendí la radio. Busqué
aislamiento social obligatorio a nivel nacio
intensa vocinglería y apuro. Miré las calles y eran ríos de gente, llevando
s. El vigilante me dijo que el presidente de la asociación de propietarios ha
de alcohol y remojó sus manos. Luego las f