El secreto de las bestias
tuvo Marian al no aprobar su salida hacia la cosecha-, Rebeca se subió a la brillante Toyota Land Cruiser de chas
on en la selva por caminos de tie
aoteras, junto a otras de mayor tamañ
ivamente de cacao -expresó sin d
entre ellas. Esos árboles no solo evitan que las alcancen los rayos del sol, sino que ademá
ste cacao e
mos de forma especial, como si fuera única. Esa exclusivi
lgo apenada. Javier alzó l
s negocios que procesan el cacao que cosechamos y elabo
sentía ridícula al dejarse afectar tanto por los gestos cómplices y cariñosos de ese hombre,
resentaba su fuente de ingreso, era lo que establecía su es
a unidos y activos, no tenerlo
ión, a quienes les daba igual lo que al
eguntó para alejar la conver
sí
uso en referencia al cue
arrugó el ceño. Parecía no c
la condición especial que poseemos, n
especial? -inqui
a observarla por unos segundos,
edad... y a estas tierras -
sabía qué le había comentado su madre y que no, por eso no podía soltar
estaba lleno de misterios que Marian nunca quiso revelarle
. Organizó en su mente algunas preguntas para interrogar a Javier sobre la s
eñaló con la cabeza a los cuatro sujetos q
embargo, en sus rostros y en sus act
ellos la miraba con unos ojos grises divertidos, que al
a y poseía un semblante severo, au
después de que ella se bajara de
La Costa? -preguntó e
os más alejado del grupo se hallaba Gabriel Veldetta, su corazó
er las ramas recién cortadas de los árboles que bordeaban el camino
de la poda. Gabriel posó su mirada profunda en ella mientr
. her
imbécil es Deibi Guerra -aclaró y golpeó a su compañero en el hombro mirán
no burlón al acercarse y ubicarse a la altura del grup
Deibi con una gran sonrisa-, es
la cosecha? -i
l hombre se endurecía al ech
xpuso Albert, uno de los que
fue a su casa para llevarle unos recados a su madre. Era el h
seguida son
-invitó Albert a su otro compañero, un chico alto y de mirada traviesa, que se acercó
y tomó un machete clavado en el suelo para, con un so
de grandes almendras almacenadas en el interior, y ad
las hacen el cho
el mundo! -respondiero
cción la hi
án muy orgul
ntestó Albert mientras ella echaba un vi
on disimulo. Se mantenía ser
n un movimiento de cabeza-. ¿Sie
riel. El ánimo que tuvieron al ha
confesó Javier con la mandíbula apretada. La actit
ir a s
la pidiera permiso para hundir
Gabr
e unos documentos a mi madre, ser
tras compartían miradas incrédulas.
ociedad como ellos, aunque su co
so y se encaminó hacia él. Apreció como el hom
ludó al esta
pondió él
se avergonzó, fue tonto preguntar por algo tan evidente-. Digo, ¿qué haces? De, ¿
fijamente. Sus facc
una risa burlona. Se sentía una completa idiot
. Gracias p
s que cargaban ramas hacia un camión apostado a la orilla del camin
-informó Rebeca para prop
entas a gusto
No estaba conforme con las
e llevara al pueblo para probar los
vera hacia sus compañeros sin
ele ser... muy caballer
ora parecía ignorarla, dedicaba toda
ir contigo -s
ojos muy abiertos. Rebeca sintió temor por
nderse -argumentó
aquí tanto como los demás y yo me
que probablemente era una sonrisa, pero enseguida
en llevarte. Podem
ser,
a los labios entreabiertos de la chica, qu
que pue
tó las sogas que enrollaba y se pasó una m
a mis herm
qué les dices así si
servó co
cierto mod
os de sangre -
í de es
han, Deibi, Albert y Gregory, quienes ayudaban a los empleados a almacenar las ramas
ue los emparentaba. No obstante, sabía que lo único que los uní
eres ir a
to frente a ella, con una po
o, estoy ans
aquí, iré
as preguntas que había ideado para Javier ahora
conocer sobre los secretos de esa soc