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Al ritmo de tus besos

Al ritmo de tus besos

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Capítulo 1 Madison

Palabras:2362    |    Actualizado en: 02/05/2024

go que fuese necesario para lograr que Liam Davis, mi

Negra desgarrando temas en su guitarra, quedé flechada. El sonido melancól

embargaban, liberándose de ellos, y liberándome a mí. Su música destilab

tatura, o la tristeza, la ira y la confusión que me produjo el rechazo y el abandono de mi padre. Era como si él se

ebía lograr que supiera de mí esta misma noche, antes de que la fama, que

ableta de chocolate de Oliver Jones sea gratificante, pero creo que deberíamos quedarnos a estudiar más sobre ética peri

preparaba para el concierto de mi vida, escuchando uno de los temas de los Squids, la banda de rock alter

cen eso para obligarnos

s de este semestre

allaba sobre mi cómoda mientras me maquillaba, para girarme y mirarlo con odio.

l estudiante con el mayor índice a

que no se destacara. En los dos años que llevaba estudiando co

s contenidos para un examen. No me conf

on altanería, eso hi

stre-. Rogers, no hemos repasado una sola vez los temas de ética, llevamos una semana leyendo las guías que nos facilitó la profesora y hablamos de su contenido en cada almuerzo y cada noche por videollamada antes de irnos a la cama. Estamos preparado

preocupación su parte de la habitación,

via, la estudiante de electró

ó con los ojos

guida perdió su actitud desafiante. Parecía bipolar-. Tienes que calmarte, estás h

o que asistirá al concierto -masculló Ro

es de mi tam

medía 1,52 centímetros, por eso siempre era la más pequeña de cualquie

aban de «enana» hasta hacerme llorar. Llegue a sentir asco de mí mis

do que soportar al criarme como madre soltera rechazada por su familia, me v

darme a respetar. Nadie se metía conmigo porque terminaban con una pierna hinchada, con el estómago adolorido o con los pies

tinuara, aunque sabía que Rogers no lo decí

do en su infancia duplicaba el mío, pero ahora aceptaba por completo su realidad, sin ocultarla a nadie y sin sentir vergüenza. Le daba igua

puños para defenderme,

que Liam te vea -aportó Cleo para evitar que me sintiera mal por l

as lámparas del ba

r mi tamaño, sino a su frustración de no quedarnos en la habitación co

e mí y te daré una p

tima que me diste

tigo que le había propinado por comerse una de las cuatro galletas de mantequilla que me habían d

dolor con la próxima s

reír. Él miserable di

ramos al bar. Era mucho lo que tenía que acomodar-. Dejemos las agresiones para los borrachos patosos con los que siempre nos topamos en el Perla Negra. Paz

cabellos que le cubre l

pregunté con adver

ndió él con fi

ojos en blanco e intenté re

scusión. Los obligaba a acompañarme porque ellos

l resto de mi familia me ignoraba para no verse en la obligación de socorrerme ahora que era casi una huérfana, sol

go que emitían sus ojos, tenía miedo. Temía no lograr hacerme visible para él, o

menos de una semana firmarán un contrato discográfico y dejarán de tocar en bares de m

r una cerveza. Allí vi por primera vez a los Squids y quedé fascinada con su música. Por un año los seguí por todos los clubes de Kingston

en la parte de atrás y muy largos adelante. Tocaba concentrado en la guitarra, poco veía al público, y cuando lo hacía era de forma tími

e robaba todas las miradas y los suspiros, tanto de mujeres como de hombres, sobre todo, porque siempre se presentaba sin camisa, mostrando sin pudor su torso esculpido por

s músicos más famosos y te darás cuenta que pasan años y sufren muchís

do: un grupo de músicos unido y muy talentoso, un cantante con una fuerza vocal única y al mejor gu

es una enfermedad? -soltó

gné viéndolo con

e en ti? Pues, así será. La paz mental de este grupo de amigos lo necesita -dijo señalándonos a los tres-. No podremos dedicarnos

ación brillaba en mi piel y en mis pupilas-. Tiene que verme. Tiene que saber que existo antes de que su fama s

rente a mi cama y había robado en uno de los tantos conciertos que realizaron

y productor de las canciones que les daba fama, dirigía a la banda y hacía sonar unos poderosos riffs de guitarra que a todos nos

mirada sufrida. Aunque muchas veces deseaba que superara sus inseguridades y ocupara el puesto que le correspondía, lo

antaba la estrofa que en ese momento sonaba por mi móvil de uno de sus temas más conm

mi tamaño, por las angustias que le causaba a mi madre y por su repentina muerte cuando apenas iniciaba mi carrera universitaria. M

mí, quería decirle «gracias por regalarme toda

Liam, estaba emocionada. Por el rabillo del ojo vi como Rogers me miraba con repugnancia y deci

, asquerosa! -rugió y me

estallamos

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