Una luna, un destino.
a razón, se les subiera la temperatura después de haber estado mucho tiempo debajo de la lluvia torrencial, estrechándolos a ambos entre sus brazos, agradeciéndole a Dios que ha
cada uno, les dio la bendición, los besó con todo el amor que le recorría en las v
le llamó la atención a su m
, ¿está
por eso, por cierto, tú deberías descansar para reponer energías y ayudarme un poco con
erto y cuidarte a ti y a Sarit
s un rato y luego, lo hago yo, y así nos
e, mientras él se la devolvía en complicidad, estiró su dedo
un poco, pero no te olvides
r, duerme ya. Dios
én te amo
torrencial, luego de haber pasado un gran susto y con él, un buen consej
de Sarah, quien se encontraba mirando a todos lados, tratando de entender qué los había llevado hasta ese
pernoctar hasta mañana o al menos hasta que la tormenta hubiese ce
en que no podía quedarme, debíamos volver,
más fuerte, casi no se ve el camino, por favor, retornem
o devolverme, estaremos bien, lo prometo. ―La interrum
puede esperar, es muy peligrosa la vía o ¿Acaso no e
consejos de una estúpida anciana, ya deja de repetir lo mismo y
e asentir a lo que le dijo su mari
uto marcharse en la lejanía, cerró los ojos haciendo una negación mientras que con su mano
a, las luces de los postes estaban apagadas y la oscuridad se había apoderado d
scamente en su asiento, tenía una de esas
edo» «Estamos muy cerca de ti» e
, mamita! ¿A dónde te has ido? ¡Auxilio!
tu destino», le susurrab
madre mientras se desabrochaba el cinturón, p
ucho miedo! ―Acota
dice su madre mientras le desabrocha el cinturón a e
pavimento está resbaladizo por la lluvia, es peligro
n momento mientra
h va adelante contigo? ―Pregunt
e junto a tu hermano. Ian ¿puedes abrazar a tu hermana, hasta que vuelva a
¡Ven conmigo
idad para tener mejor movilidad y abra
retera seguía sin verse, la mujer se había quedado dormida y el esposo, no sabía qué estaba ocur
instante, siente que ha golpeado el auto con algo contundente, sin saber si fue un objet
―Pregunta la muje
nos podemos detener, está muy oscuro, no sab
scucha el aull
bos por aquí. Debimos
horas manejando pero no lloverá para siempre, e
ndo con el hombrillo, por más que lo intenta no puede controlar el volante y, este
no paraba de sangrarle, y la madre, también herida pero consciente, aunque muy aturdida por el golpe, volteó hacia el asiento trasero donde estarían
este no reaccionaba, ―los niños no están en el auto, y no sé donde puedan estar ahora ¡Sarah! ¡I
ude! ―decía la mujer, pero no había nadie que los socorriera, po
bos, quizás un poco más cerca que la vez pr
, Ian ¿Dónde están? ―Intentaba gritar pero el nudo en la garganta y el llanto, no se lo permitían. ―Y este m*****
uestión de segundos, el auto se prendió en llamas y explotó, qued
estaba por