La Mujer equivocada
arruinara y que miles de familias quedaran en la ruina. En menos de un mes, la boda se había preparado a
seguían grabadas en mi mente. No quería verlo nunca más, pero ahora me encontraba caminando frente al alt
olo le importaban las apariencias y el dinero; y mi hermana, que no servía para otra cosa más que acostarse con los muchachos y soñar con casarse
to, lleno de encajes y perlas, me pesaba como una cadena. El ramo de flores en mis manos tembl
y posesividad. El sacerdote comenzó a hablar, pero apenas podía escuchar sus palabras. Todo lo que podía pe
como tu legítimo esposo? -la voz del sacerdote re
a decisión aplastándome. Finalmente, respiré hondo y cerré los ojo
rosa, sintiendo que una parte de
acto era firme y frío. Luego, fue mi turno de ponerle el anil
ar a la novia -an
con los míos en un beso que se sintió como una marca de propiedad, sellando el pacto que habíamo
te punto y qué futuro me esperaba con un hombre como Maximiliano. Pero una cosa era segura: no iba a dejar que me r
za, sin importarle que los demás nos estuvieran mirando. Sentía una mezcla de humillació
El ambiente era elegante y sofisticado, lleno de flores frescas, candelabros relucientes y una or
la multitud con una autoridad incuestionable. A pesar de la sonrisa en
on un vestido de encaje negro, acercándose a nosotros
nar cortés mientras mi mente toda
socios importantes -dijo Maximiliano, su to
rá con sus influencias - Pre
í - Asiente Maximili
Todo lo que veía eran rostros desconocidos, sonrisas falsas y palabras vacías. Sentía co
a algo para calmar mis nervios. Tomé una copa de champán y bebí un sor
ó de mis pensamientos. Se acercó a mí, c
iendo que ella nunca entend
os -dijo, con un tono que pretendía ser conso
n grupo de hombres mayores, todos riendo y brindando. Parecía tan seguro de sí mi
recién casados -anunció d
a nosotros. Maximiliano me tomó de la mano y me
iano y Valentina -dijo el
sión de las miradas sobre nosotros, evaluando, juzga
, ahora e
, pero que tendría que enfrentar con valentía. Mientras los invitados aplaudían y la orquesta
dad en cada rincón y, finalmente, uno de sus hombres me guió hacia la habitación. La opulencia del lugar
cla de autoridad y deseo mientras comenzaba a quitarse la camisa y la corba
cruzando los brazos frente a mi pecho. Mi voz
a al suelo. Sus ojos azules me estudiaron con
uir lo que quiero? -dijo, avanzando un
con la cama detrás de mí. La habitac
temblorosa traicionando mi miedo-. No te perte
eló la sangre. Se acercó más, y aunque q
u tono era casi suave, pero el peligro subyacente era in
n susurro, tratando de no dej
de mí-. Pero no te preocupes, no
ciones. Parecía disfrutar de mi miedo,
miliano? -pregunté finalm
nándose ligeramente hacia mí-. Quiero que sepas que todo lo que
Su proximidad, su poder, todo en él me at
era -dije, con una resoluci
y calculadora. Se enderezó y comenzó
z fría y cargada de desprecio-. Piensas que no sé que eres una puta que
, sin entender
ré, intentando mantener la calma mi
idamente, su mir
ió las palabras, su rostro a centímetros del mío-.
ezando con el b
feliz -grité, la indignación y el miedo
brazo con fuerza, sus de
ael era mi hermano pequeño, y tú lo manipulaste, jugaste co
ñal de que esto era una broma cruel, per
brándose-. No sé de qué me estás ac
rte, y me obligó a mirarl
e ti, sobre cómo lo hacías sentir, sobre cómo lo rechazaste y lo humi
e, pero su fuerz
jos llenándose de lágrimas-. Yo no sa
amable con ellos. Recordaba a un joven dulce y extrovertido, quién pocas v
ó de golpe, como si
nocente. Te casaste conmigo para salvar a tu famili
, respirando pesadamente. La ira en sus ojos no había di
o de compasión que pudiera tener-. No sabía que Gael era tu
uchar tus excusas. A partir de ahora, vivirás en este infierno que
raba y se dirigía hacia la puerta. Me quedé allí, abraz
tima mirada de desprecio antes de salir de la habita