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La chica de nombre Zamy

Capítulo 2 El pez dorado.

Palabras:1298    |    Actualizado en: 18/06/2024

de verano en un automóvil negro Francisco Florenciano se dirigía hasta la Ma

efería estar encerrado en su habitación para no tener que lidiar con él o su esposa, él que se sentaba en la oscuridad mirando el ciel

opia empresa aún si fuera pequeña, sin tener que obedecer a ese hombre a quien llamaba padre, para eso se dedica

a de la familia Llanes, pero él nunca confirmó ese rumor, aun cuando se los veía juntos en muchas ocasiones como eventos familiares o cenas, nunca se pronunció al respecto. También estudiaba en la capital, era uno de los alumnos más de

co, quién siempre lo trató con mano dura, desde que se divorció de la madre de

eso que decidió mudarse a la mansión de su abuelo, quién lo acepto con gusto, vivió ahí

te de la Universidad se encargaba de una cadena de hoteles y una empresa dedi

de su agrado, pero como en este día se leería el testam

vidar los recuerdos se

Francisco apenas e

ciedad la señora Sofía Viñanez, estaba casada con el empresario Fabricio Florenciano, tuvieron a un hermoso hijo

eran el icono

de Fr

a, yo Francisco Florenciano dest

ños

isco, ¡Ten m

ecera se resbale y

cuidó desde que nací, la mayor parte de mi tiempo pasaba con ella, mi

ue vine directamente al edificio FS, después de salir de mi colegio, le había pedido a Lib

cumpleaños número 7, fue el regalo más senc

a tienda, tenían muchas cosas raras para vender pero la más rara era ese p

ña, según lo que me había dicho era una niña muy amable hablaba con mucha fluidez y era muy b

¡como la niña de la tien

ué mi abuelo me estaba contando

escuchar su

juntos. El día que pasmos por la tienda, lastimosamente ella ya no estaba s

lla y realmente quería que fuéramos amigos. Tal vez sea por eso que am

dirigí con Zamy a la oficina de mi papá, la recepcionista me saludó

ierta, empujé en silencio y despaciosamente, porqué quería darle u

bía visto besar a mi madre, no quería hacer ningún ruido, ni mucho menos a que me vieran, pensé volver en silencio, pero no pude evitar que mi pec

s se asustaron y v

scurría en el piso, fue entonces que sentí que algo pinchaba la palma de mi mano, lo miré y vi que mi sangre escurría de e

me, corrí junto a mi pez y la agarré con mi mano ensangrentada,

asaba una idea, de llevar a

niño de 8 años —¡No q

os pedazos de vidrios en el, pero yo no lloraba por el

va a morir. Dijo

eto de

lo digas a nadie! —Sólo olvídalo…sabes algunas vece

uenta que lo único que quer

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