Emma
stado atrapado en un vendaval. Con una sonrisa juguetona, agarró unas bolsas de compras que descansaban sobre la mesa, re
de algodon, lo que le fascinó, uno era blanco con ramitos de rosas rojas de apariencia primaveral, otro de color verde esmeralda, unas poleras y dos jeans talla cuarenta, esto la sorprendió por que no entendia como la secretaria de Simón sabia su talla, también venían cuatro balerinas, dos pares eran rojas en talla treinta y nueve y otra treinta y ocho las otr
su tonificado torso, encontró a Emma frente a él, luchando por ajustar la part
sugestivamente casual, mientras Emma, conscie
spondió Emma, su voz tembloro
puesto te sienta increíblemente bien -replicó Simón
mites? -exclamó Emma,
manera adecuada? -respondió Simón, disfrutando del jue
nteniéndose cerca de la cama. Sin embargo, al encontrarse con la figura casi desnuda de Simón, con su cabello todavía húmedo, su respiración se
a contra la puerta mientras intentaba recuperar el aliento y procesar lo que acababa de suceder. Emma
y nuevo. Aunque carecía de experiencia en situaciones similares, no pudo evitar notar la figura atlética
inada a Jackie, se detuvo al notar a Simón, claramente d
ó Anita con una nota de
ad-. Anita, ¿podrías traerme algo de ropa de mi habitac
llevaré -aseguró Anita, apresurán
, entró en la habitación y ayudó a Emma a probarse las balerinas rojas. Encajaban perfectamente en sus pies ya desinflamados. Al ponerse de pie con esfuerzo, Anita pudo apreciar la deslumbrante presencia de Emma, quien parecía sacada de una elegante portada de revista. Era evidente que su jefe estaba impresionado; nunca había
humo, ingresando con la ropa solicitada y recolectando
te; felicidades -comentó
stió con rapidez y se aplicó un poco de cera para peinar su cabello en el baño. Sin pronunciar una palabra, regresó a la
nsamientos, observando el paisaje a través de la ventana y reflexionando sobre el largo camino que la había llevad
nante que lucía Emma con ese vestido, su mente viajaba peligrosamente. No podía evitar robarle discretas
deró de Simón al ver a un joven que aguardaba con u
gó el joven, dirigiendo
a Emma a acomodarse en la silla con cuidado, sosteniéndola con un tacto firme pero deli
se permitia enfermar, desconocia completamente esa clase de lugares a excepción del hospital del c
uzar el umbral, se encontraron con el doctor, quien e
presentarles a mi asistente, Javier -dijo el d
eza, reconoció al asistente. Sin perder tiempo, ayudó a Emma a
ora Emma? -inquirió el doctor, ajus
nchazón ha disminuido considerablemente -res
ueó una ceja, evidentemente sorprendido. Los ojos
to? -preguntó el doctor, co
os conversado, diría que se trata de un esguince. Pero, pa
ás cauteloso: -Yo optaría por un TAC. Nos proporcionaría una imagen más
voz temblorosa y cejas entrecerradas: -
ndió: -Es solo una medida de precauci
sus ojos y deseo de claridad, intervino: -Vamos a hacer ese T
un gesto ceremonial, abrieron las puertas hacia un camino incierto, sugiriendo que detrás