La princesa perdida
ar
a niñas, lugar donde me dejaron frente a la puerta dentro de una caja cuando era recién n
ron al descubrir la triste historia de la niña cruelmente abandonada sin ninguna posibilidad de sobrevivir si no fuera
r que mi facilidad para aprender cosas nuevas ayudó mucho, tanto que por ese
apelar a la pena de las personas; ninguna de ellas tenía el deber de ayudarme pagando mi estadía en el internado, al fin y al cabo no tenía ning
había sido adoptada lo malos que son los orfanatos; los niños y adolescentes manteni
ofríos solo
luso si en gran parte de mi infancia tuve la ilusión de que mis padres entrarían por la puerta del colegio, me mirarían
nuevo. Pero ahora es diferente, no tengo toda esa ingenuidad y no serviría de nada que aparecieran después de tanto tie
s las tías eran muy amorosas y protectoras, principalmente la tía María, una
ucho cuando tuve que elegir un apellido entre tantos otros. Me gusta
desesperada al constatar lo que realmente era, además de no tener la menor idea de cómo l
con cualquier excusa de indisposición. Tuve que aprender sola a lidiar con esto y hoy puedo garantizar que logré superar todo con la mayor ma
contar el temperamento que cambia repentinamente. La única que sabe sobre mi secreto es la tía María, que tuvo un pequeño susto
una mueca al pronunciar la última palabra - cielos, ¿entrarás en celo? - su mueca se tra
mbre hermoso me miraba, una mirada que me transmitía paz y tranquilidad, era firme y al mismo tiempo amable. Me miraba co
esa manera, que nunca siquiera lo conocería. Pero aunque el tiempo pasara y nunca lo hubiera visto, lo c
ncé a amarlos desde el momento en que la madre de una amiga nos llevó a dar un paseo en uno de ellos. Fue en ese mo
ibir clases de una mujer llena de piercings y tatuajes, a quien conocí cuando estaba admirando a lo lejos algunos coch
saban los días y volvía a ver las carreras, aunque de lejos, fui dándome cuenta de que ella era
finalmente libre y por eso participé en mi primera carrera. Usé el coche de Clarissa, la tatuada, que era un Mustang GT extremadamente potente. Fue mi primera
ta que utilizaré para estabilizarme en una ciudad llamada Black. Sí, un nomb
os se posaron sobre ella. Sentí como si ese lugar me estuviera llamando, como si
ciudad
sigu
r a dormir. Me siento cansada y probablemente no había dormido casi nada. Cierro los ojos y e
que soy, choco con una cómoda que estaba en el camino y grito en
lar pole dance - imaginen a una señora de casi sesenta años vestida con un camisón, con rulos en el pelo y una escoba en la mano, gritando en mi habitación por un supuesto ladrón, y por sup
a risa tan escandalosa - dejé de reírme al
ender la luz al ver su desesperación por todavía intentar golpear al ladrón con la es
intentando golpearme con la dichosa e
ador cayó y el resto ya lo sabe - agradezco mentalmente cuando e
obrevivir sin mí - intenta sonar enojada, pero noto que su voz se vuelve llorosa y triste, algo q
er es mi
sonal y pronto estoy lista con un vestidito azul que resalta bastante mis ojos, algo que no me gusta porque so
ía lo que hicieron por mí y cuán agradecida estoy con todos. Despedirme de la tía María fue lo m