AMOR PROHIBIDO
y Sharloth sería una celosa carabina. Por lo demás, podría disponer de sus noches como quisiera, salvo en las ocasiones en que hubiera un baile, las cuales, pensó,
a alquilado para la temporada social. Sabía que no estaba lejos de Alta vista o de baja vista. Estaba situada en uno de los mejores barrios de Bella vista. Se bajó rápidamente del coche incluso antes de que el cochero colocara los escal
y aspirar aire fresco. Se volvió para
barbilla con un bolígrafo que sostenía mientras examinaba las cifras anotadas ordenadamente en el papel frente a ella. Acariciaba suaveme
s dos sirvientes, pues estaban cubiertos por una subvención del gobierno. Y la casa era suya, donada por el mismo gobierno que le había concedido la subvención. El d
vas zapatillas. Ni el sombrero que había visto en una tienda en Bella vista hacía dos días c
de ella. Respiró lentamente y profundo, obligó a su mente a analizar los aspectos prácticos de la situa
do el luto, había pensado que la ocasión requería una extremada moderación. Era el vestido de noche que venía luciendo desde entonces. Había confiado en adquirir uno nuevo este año. Aunque la invitaban prácticamente a todas partes, no solía aceptar invitaciones a las fiestas y bailes más suntuoso
permitirse el lujo de volver a Nueva Esparta para la temporada social. Pero se portaban muy bien con ella. Pese a que su padre había sido un tratante de velas, aunque muy ri
ésa fuera la única razón que les motivaba. Lo cierto era que Francisco, el gerente Francisco González, había muerto por una enfermedad. Francisco apenas había dejado nada a su viuda.
itado un gran interés. Había sido publicado en toda la prensa Bella vista. Todas las anfitrionas querían alardear de haber invitado a su ca