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UN HECHIZO DEL AMOR EN EL TIEMPO

Capítulo 3 3

Palabras:4561    |    Actualizado en: 30/10/2024

"Que no me lea quien no sea matemático, pues yo lo soy siempre en mis principios". Siempre que me iba a contar algo referente a la vida y obra de ese, su héroe, me esgrimía ese dicho y de inmed

aginé siendo ya algo más grande, que aquellas cosas que mi bisabuelo me decía eran ciertas. Hablaba sumamente despacio en esas ocasiones. Miraba detenidamente hacia un punto imaginario

a lo que siempre consideré una clase magistral de quien apenas sabía leer y escribir. La enemistad, la extremad

era defendida por Miguel Ángel debido al logro del volumen. Por el otro lado, Leonardo hacía lo mismo respecto a la pintura, pues, gracias a la perspectiva, al brillo y otros recursos más de los pintores, se puede "engañar" al ojo humano". Nunca supe de

ue en ese entonces pensaba que al no poder contrastar sus lecciones, quedaba ese vacío que no sabía cómo corroborar. No había algún texto respecto de todo aquello que me confundía sobremanera y evidentemente que al no contar con las herramientas de hoy en día, con esas maravillas que nos hace

o si quien estuviere sentado escuchándolo embelesado, no fuese un niño de escasos cinco años. Me espetaba enseguida aquel caudal

, una bomba de vapor, un buque en dragado, un cañón de vapor, un balancín de relojería, un sistema de evacuación directa urbana y, además, escribió un tratado de pintura. ¿Qué tal mijo? ¿Cómo te quedó el ojo?", y de inmediato celebraba con una enorme carcajada aquella aseveración pícara. Esa carcajada me producía una gran gracia. Pocas veces lo observaba reírse de esa manera tan expresiva. Abría sus fauces de tal manera que mostra

rismo por todos lados, a saber: "El viaje al centro de la tierra" y "De la tierra a la luna". Nuevamente buscaba en sus recuerdos mientras miraba fijamente a la nada, como esperando que esa nada, le acercara a esa evocación

i querido bisnieto y espero que nunca vayas a olvidar esto que te voy a decir: A pesar de que Verne murió hace ya bastante tiempo, comenzando el siglo pasado si mal no recuerdo, su gran capacidad de evocación ha llegado intacta hasta nuestros días. La novela que más me gustó de ese señor

trabajo, ese hombre se refirió a cosas que aun nadie conocía. Las novelas más famosas de Verne son las que giraron alrededor de algún invento en el campo de la ciencia, que ese entonces m

aquella utopía. Fantasía ésta que siempre había sido y aún sigue siendo, el sueño de muchos. Solamente el hecho de pensar tan siquiera en que se pueda llegar a viajar a través del tiempo, hace que se sienta una extraña sensación de grandeza. Imaginarse siquiera que regresando al pasado pudiésemos reviv

e todo. Apenas aprendí a leer, me entregaba por completo a estudiar lo que fuese. Cuando comencé a razonar, hice de la lectura, mi mejor arma. Con ella ingresé al mágico mundo del saber. Pedía siempre como regalo, un libro. Mis hermanos y todos mis amigos se extrañaban de aquel raro hábito en mí. Me la pasaba para arriba y para abajo con un libro bajo el brazo. Nunca aprendí a jugar por esa bendit

lica. Me leí todo su trabajo, también lo hice con Teresa de la Parra, Antonia Palacios, Andrés Eloy Blanco, Arturo Uslar Pietri, entre muchos otros que se pierden en los intrincados vericuetos de mi memoria. También tuve la oportunidad de leer a otros es

bara por ejemplo, me paseé por la inmensidad de los llanos venezolanos y disfruté cada una de aquellas vivencias. Cuando leí a García Márquez, quedé impresionado con su realismo mágico tal como igualmente me cautivó el de Isabel Allende cuando disfruté de La Casa de los Espíritus, la hija de la fortuna, mi país inventado, retrato de Sepia, la isla bajo el mar, Evaluna, los cuentos de Eva Luna, el plan infinito, el

acabados de vivenciar. Y fueron sus mundologías todo lo que me bastó para ser quien soy. Siento que cuando digo que el hombre más admirado de toda mi vida, y que conste que ya pasé el medio cupón, ha sido el viejo Zenón; siento que su gran influencia ha sido una bendición. Cada día palpo sus palabras sabias, sus c

nante emprender un viaje a otras dimensiones ya vividas o a unas por vivir. Conocer a esos seres que colmaron nuestro pasado de grandes logros y a los que se encargaron de todo lo contrario. Pero habría que ser en extremo, muy prudente, para ev

vidado cementerio; pude dar con él. Tenía muchísimo tiempo en desuso. Era un pueblo enmarcado en la serranía. No me costó mucho tiempo dar con su sepultura ya que cuando les dije a unas amables personas que yo era su bisnieto, se sintieron gozosos de conocerme y con gusto me condujeron al pa

una conversación amena; le espeté una propuesta valiente. Le expresé a mi bisabuelo que me guiara en la realización de aquel invento con el que tanto había soñado. No sé por qué, pero en el momento aquel sentí que algo cimbró tenuemente. No me alarmé porque sentí que esa pequeña vibración era como una respuesta de mi viejo amado. Días después, en un agradable sueño que tuve, mi bisabuelo

Mi bisabuelo, un hombre que había muerto hacía cuarenta y cinco años, un sabio que había soñado mucho, que había leído también mucho y por sobre todo, que había inculcado en un niño de cinco años, el amor por la lectura, por los conocimientos. Que había despertado en un impúber, el amor por todo aquello que tenía que ver con la

onaje de la historia, en la oportunidad de la palanca con la que iba a mover al mundo. Aparte de eso, era muy bonito su diseño, muy aerodinámica. Modestia aparte, pero estaba muy orgulloso de mi trabajo, es decir, de nuestro trabajo. Pero tuvimos mi bisabuelo y yo que agregar nuevos inventos. Tuvimos que ingeniárnosla para crear un manto de invisibilidad. Imaginé como habrían de sentirse por ejemplo los cavernícola

uviese. Por otra parte, con otra colcha, ideamos un vestido universal, es decir, al colocarla sobre mi cuerpo, se convertiría de inmediato en la ropa que se usara en cada época a donde llegara a dispensar una visita de algunas horas, días o semanas. Y para estar más s

Él se enojaba por cualquier cosa y no quise que estallara en cólera. No convenía para nada. Lo cierto es que cuando se dibujó en aquel intrincado tablero de controles, el itinerario; casi me dio un soponcio. ¡Qué emoción!, la primera parada de mi viaje, sería algo con lo que siempre he soñado: Los últimos días en la vida de nuestro señor Jesucristo. Sin lugar a dudas estab

ía. Fueron muchos sus sufrimientos, todos sus pesares y todo aquello que por nosotros él sufrió. Pienso en ocasiones que en vano, aunque de parte mía y de mi familia, siento que hemos rendido lo más bello de nuestros sentimientos a Dios, a nuestro cre

vidente que si llegaba en medio de alguna concentración de personas, se formaría un revuelo y por nada del mundo quería yo que eso sucediera. Cuando por fin pude salir de mi máquina del tiempo, comprobé que era de noche. En el tablero pude leer que era un día viernes,

costumbrado a ello. Era así como una sandalia o algo parecido. Cubría únicamente la panta de mis pies. El resto, eran unos cordeles que se torcían entre sí y subían por mis tobillos casi hasta las rodillas. Había muchos abrojos en la zona y ade

narrado en la Biblia. Específicamente en los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Fui testigo de primera fila de todo cuanto narraré. En algunas ocasiones para poder ubicarme en algún suceso del que no me haya documentado, compartía con un pequeño grupo de perso

terreno baldío a expensas de una bárbara intemperie. Pude, gracias a una pequeña encuesta que disimuladamente hice, comprobar que habían venido con anticipación para limpiarse ceremonialmente. A medida que las personas que habían llegad

rarme del más mínimo detalle en torno a todo lo que se estaba viviendo relacionado con mi señor Jesucristo. (Ofrezco mil disculpas por ser tan posesivo al determinar "Mi señor Jesucristo"). Sencillamente resulta que siento y siempre sentiré una emoción indescriptible. Decidí dejar de demostrar esa excelsa curiosidad, ya que les estaba pareciendo sospechoso a muchos. Temí por momentos que pudiesen descubrirme. Pronto caí en cuenta que nunca nadie pudiese sospechar que

estir de la época. Quien estaba meando fuera del pote era yo. Y miraba con desdén lo que creí un desaliño grandioso. Ridículo resultaba yo, que pensaba que ellos estaban mal vestidos carajo. El chico, creyéndome coterráneo con él, como lo eran muchos de los que estaba presentes, conversamos mucho y en pocos minutos me puso al tanto de todo. Al principio se extrañó de mis conjeturas; pe

a calma, puesto que nada de lo dicho por él me sorprendía ya que sabía algo al respecto. Lo sabía todo, pensé que era así por lo que había leído en la biblia y durante la preparación para mi primera comunión. Aunque realmente la realidad distaba demasiado de lo que se había escrito en las sagradas escrituras. No era del todo falso; pero se habían tergive

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