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Destinos Cruzados

Capítulo 4 Sombras en el Horizonte

Palabras:1404    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:29

to era un espacio modesto, pero funcional, con estanterías repletas de libros de arquitectura y maquetas de antiguos proyectos apila

teléfono, llamarlo y decirle que tenía razón, que estaba dispuesta a intentarlo, a enfrentarse juntos a lo que fuera. Pero la otra parte -la

u teléfono, vibrando sobre la mesa. Al tomar

. Café Verona, 8

hizo sospechar que esto estaba relacionado con lo ocurrido esa mañana. Miró el reloj: faltaban veinte minutos para

-

s ventanales que daban a la calle iluminada por farolas. Elena entró y miró a su alrededor. El lugar es

asos firmes y se d

más productiva que la de esta

ista, esbozando un

e. Esta vez, estoy

o, pero finalmente se se

o, exactamente?

abeza, apoyando las

Soler. Es un aviso. Está en

rqueó u

? Porque hasta ahora, es usted

bastián Leduc -respon

o se tensaba, pero mantuv

do. ¿De qué e

hacia adelante,

verdad cree que alguien puede construir un imperio como el suyo sin ensuciarse

iró con de

nto de desacreditarlo qu

tó una br

cuidado. Sebastián es muy bueno ocultando lo que no quiere que se sepa. Y si desc

r. Había algo en la forma en que Mateo hablaba,

ce esto? -pregu

ién está tratando. Y porque no quiero verl

decidida a termina

en usted. Y no voy a dejar que sus ins

tras se alejaba, pero

-

s de Mateo habían plantado una semilla de duda que no podía ignorar

la información era positiva: elogios a la innovación de sus proyectos, reconocimientos internacionales, y entrevistas

, y adquisiciones de terrenos realizadas bajo circunstancias cuestionables. Todo parecía estar meticulosament

orre residencial en las afueras de la ciudad. Según el artículo, un trabajador había muerto debido a fallos de seguridad. Pero lo extraño era que

osible que Sebastián tuviera un lado oscuro del que nunca había sospec

-

determinación de hablar con Sebastián. Si había algo que no sabía

su escritorio. Estaba en un sobre sin remitente, dirigido a su nombre. La

no es una advertencia. E

en que no quería que continuara con *Eterna*. Y no se trataba d

in pensarlo dos veces, tomó su t

ó él al segundo tono,

mos habla

or un momento an

oficina. Ven

-

dejó claro que no estaba de humor para juegos. Cerró la puerta tras

preguntó, sin molestars

. Su mandíbula se tensó, y sus oj

n te d

mañana. Y antes de que lo pregunt

tanal. Su postura era rígida, como si estuvi

Primero Arcadia, ahora esto... -mur

bservó con

go. ¿Hay algo que deba saber? Algo que pued

acia ella, su

haga daño. Pero hay cosas en este negocio... co

-replicó ella, dando un paso

ó, su expresión

a. Pero confía en mí, estoy hacien

una oleada de

la verdad. Y si no puedes dármela, ento

ápidamente, to

Por favor. Dé

lgo en él que la desconcertó: miedo. No por sí mismo,

no confío en ti -dijo con fi

nte, como si aceptara la

por favor, ten cuidado. Hay personas que no dudar

éndose más confusa que nunca. A

aba dispuesto a decirle la verdad,

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