AMANTE DEL MAFIOSO
mujer se muerde los labios mientras Maximus se acerca a ella
lla, por supuesto Helen echa la cabeza hacia atrás, pero aquello fue un error - No hagas eso, porque te recuerdo que Jonás sigue en el Club ¿o quieres que te encuentre? ¿Estás dispuesta
res? Dijiste que había
a es entregándote a mí, y quiero que lo hagas esta noche - Helen se sintió horrorizada al escuchar las palabr
cisión es
afioso toma como mujer a la marcada por el Mercenario, el Mercenario deberá de respetar al Mafioso y si este le coloca una ma
ingún lado, ella quería seguir conservando su castidad, pero tal parece que aquello ya no es posible est
dos después de escuchar las palabras de He
as las veces que yo quiera, este es el precio de tu Protección y de la calma de tu p
, sus manos estaban sudadas, su corazón est
as que vayan a descansar, lleguen a un acuerdo con los de Campbell, yo me
uesto Helen deja en claro de que no hay nada de que preocuparse, q
o la certeza de que efectivamente la hija de su jefe y el
ojos, cuando habían llegado a la Suite de Maximus ella tenía lágrimas en los ojos, pero ya no había marcha atr
espués se da vuelta lentamente, sus miradas conectan, pero mientras uno tiene la mirada peligrosa y llena de misterio, la otra es de temor a lo desconocido - estar aqu
. Helen estaba sentada en el borde de la cama, sus manos temblorosas jugueteando con el dobladillo de su vestido de satén. El aire estaba cargado
penetrante la envolvía como un manto. Había
en se asuste aún más - No vinimos para dormir, tenemos un trato, yo te cui
un fuego que lo consumía, entre qué Helen estaba experimentado una sensación que llenaba de miedo a la pequeña mujer.
en cerró los ojos, ahogando un suspiro. La calidez de su toque le enviaba escalofríos por la columna vertebral
osado, la certeza de que estaba dispuesta a entregarse a esa vorágine de emociones. A pesar del dolor que la envolvía ante estas actitudes i
los ocultos, un roce que hablaba por sí mismo. Pero pronto, la ternura se convirtió en un hambre voraz; el deseo brotó como
imas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, un torrente de confusión, miedo y liberación. En su corazón, una batalla se l
a acariciaba con ternura - Es un pacto, Helen. ¿Estás lista para ser mía? - Con cada p
sintió vulnerable, expuesta, pero en esa vulnerabilidad encontró una extraña fortaleza. Fue entonces cuan
e momento, esa conexión eléctrica de calor y deseo, el latido de sus corazones sincronizados en una danza de placer y m
mas manos qué acarician la feminidad de Helen, el
os minutos de caricias desconocidas para Helen, escucha como las prendas de Maximus caen al suelo, sus ojos azules captan como el ho
con temor evidente en su rostro, ojos y la voz, mi
ro que no había marcha atrás, ella cierra los puños agarrando con fuerza la
dida, nuevamente sus miradas vuelven a encontrarse, entonces allí
lencia, pero de inmediato detuvo su movimiento claro qu
eran visibles en su frente y al dorso de sus manos
etente - Ella e
a lloraba de dolor, pero el hombre ya no le presto atención y aunque haya
pasado, el hombre toma posesión de los labios de la mujer de manera dolorosa, sus labios
a sentía que aquellos cm de la masculinidad de Maximus llegaban hasta la garganta, sus pechos rebotan ante los ojos de Maxim
tar, desconociendo aquello que estaba ocurriendo, succionando de manera desapercibida y desconocida el miembro masculino logrando que M
o sentir viva. Sin embargo, en medio de la pasión, el dolor del compromiso y el temor a perderse a sí misma la hicieron temblar, lo d
regunta ella con temor
s del hombre se posan en el muslo de ella, Helen de inmediato intenta taparse, pero el hom
s fallan, eran temblorosas y Maximus al ver aquello se había sentido orgullo, cuando el hombre se queda solo en la cama remueve la manta, se quita el preservativo y la sa
a muy roja y la siente caliente al observar
a, Helen Campbell -
o en hacerlo de nuevo
ti, por tu padre y tu hermano ya no hace falta que
otra vez durante varias horas, Helen entendió que había dado un paso irreversible. Maximus había capturado s
amanecer, ella sabe que su inocencia se hizo añicos, cuando Maximus tuvo suficiente fue cuando Helen ya no podía dar más, la ferocidad del hombre definitivamente la estaba destrozando, pero los orgasmos la dejaba temblando,