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Las Cenizas de Nuestro Amor

Capítulo 2 

Palabras:2626    |    Actualizado en: 18/12/2025

ana

he se reflejaba en el suero intra

las enfermeras, el gemido ocasional de un paciente, el tic-tac de un reloj que mar

de la ventana. Afuera, la ciudad seguía su ritmo, ajena a la torme

aron a mis oídos. Eran las enfermeras, hablando

. "El señor Don Leopoldo tuvo u

"Sí, lo escuché. Dicen que por culpa de esa.

on lentamente. ¿Fa

"le revelaron algunos secretos sucios sobre ella. La forma en que o

jadeo. "¡No me digas que ell

o la primera. "Información que llevó al ataque donde la madre de la señora Silvana mur

iana al teléfono, su rápid

abuelo de Fabiana. Su ambición er

orquestado mi matrimonio, había descubierto la t

a furia en el rostro de Fabiana. Su g

iempre distorsionaba la verdad para su beneficio. Estaba segura de que

de que me desplomara. Después de que Fabiana me abofeteara, él no estaba allí. Estaba con el

ya era su amante. Ella, la socialité ambiciosa, había visto en mi

l de la familia Serrano, una pieza clave que mantenía el corporativo funcionan

dora de eventos, la encargada de las relaciones públicas. Mi puesto, según escuché, lo hab

r supuesto. Ese collar era para Fabiana. Lo había visto en las redes sociales, Fabiana luciendo la joya, posan

ía sido vendida durante un tiempo difícil. Había trabajado incansablemente para conseguir los fondos

su boda," le había dicho mi abuela a mi madre. Pero Hugo lo había regalado como si nada. Mi madre nun

res que Fabiana había enviado. Los hombr

o, besándose, mientras yo estaba en casa, lidiando con el dolor y la humillación. La gente comenta

a de sus fotos, con Hugo mirándola con adoración. "Algunos son ciegos por ele

icho que yo era el amor de su vida, que éramos almas gemelas. Me había prometido un futuro bril

se fue, y él se dejó llevar por la novedad, la emoción de la aventura. Yo, la esposa fiel, me c

abía soñado con recuperar. Ella había muerto

ación y placer... Me di cuenta de que él nunca cambiaría. Los patr

i su último video, el que había publicado hace unas horas. Era un video de ella

s. La mayoría eran felicitaciones. Pero vi un peque

endente: "Espero que ese collar te traiga tanta felicidad como le trajo tri

enta. Cerré los ojos. No había ninguna emoción en mí. Solo u

Su foto apareció en la pantalla, su rostro enojado. Lo ignoré. Vo

era un rugido, llena de una furia que rara vez había escuc

ía miedo en mí. Solo un vacío. "No estoy tratand

terado de la mentira! ¡Estás arruinando mi vida!" Su voz era

Hugo," dije. "Tú la arruinas

arte. Sabía que no esperaba eso. Nunca

mi voz aún firme. "Ya no

Soy tu esposo!" Su voz era un

. "Quiero el divorcio. Y a

ono. Y lo bloqu

ha. Mañana. Era el día de la lectura del testamento de mi madre

tación. "Necesito salir de aquí

eñora Cruz, su estado es delicado

una orden. Soy mayor de edad y me responsabilizo de m

señora. Le prepararé los papeles. Per

" le dije. "P

ue me había ayudado a procesar la muerte de mi madre y mi bebé, me entregó una

azos. El peso de una vida terminada y otra que debía comenzar. Era el peso de mi libe

despedí de la enfermera, que me observó con una mezcla de

or primera vez en mucho

en par. La vi. Fabiana. Estaba sentada en el sofá con Hugo, sus cabezas

os. Fabiana, al verme, se separó de él como un resorte, alisándose el vestido. Su labial estaba corrido, su cabello

lo una profunda indiferencia. Era como ver una

rostro una máscara de piedra. No los mir

de Hugo era áspera,

no me detuve. Subí las escaleras, mis pasos firmes, decididos. Entré en

No había mucho. La mayoría de mis pertenencias eran regalos de Hug

s pocas cosas que realmente eran mías. Cada artículo que metía en mi

biana ya no estaba. Hugo estaba solo en el salón, bebiendo. Su cab

a. La luz tenue de la habitación no permitía ver bien

tintineo del hielo en su vaso. Había una mezcla de sorpr

, mi voz caren

eció, un atisbo de la viej

dar más detalles. No

ñicos, esparciendo esquirlas por la alfombra. Se levantó, el

áticos. Su aliento olía a whisky, un he

na fuerza brutal, sus dedos apretando mi piel. "¡No puedes dejarme!

o me moví. Sentía el dolor físi

poldo en el hospital por tu culpa! ¡Estás destroz

ándolo fijamente, sin parpadear. "Es

e has querido mi atención. Siempre has sido una... ¡una arrastrada!" Su voz e

atención, ¿verdad? ¡Te daré atención! ¡Te daré lo que tanto anhelas!" Sus manos se m

ron bajo su fuerza bruta. "¡Hugo, estás borracho! ¡No sabes lo q

ra un rugido salvaje. "¡Sé que te quier

iensa en lo que perdimos!" Grité, desesperada, inte

bía convertido en una bestia. Me arrojó sobre la cama, la cabeza golpeó cont

estrelló contra mi hombro, no en un beso, sino en una mordida salvaje. Sentí e

ra. Pero lo hizo. Lo empujé con tanta fuerza que se cayó de la cama

golpe que me había dado Fabiana. Su cabeza se giró,

vez, no era solo alcohol. Era algo más. Una energía oscura, una rabia pri

pudo soportar más. Me tambaleé, mi cabeza palpitaba por el gol

n gruñido, su rostro una máscara de fur

explicarle, pero mi cuerpo me trai

e escuché fue un grito ahogado, mi propio gr

.

lo. Me dolía la cabeza, una punzada constante detrás de mis ojos. Lentamente, abrí los pá

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