El diario de una husmeadora
jaste con todas tu
legado más o menos a las ocho de la noche a casa, y por supuesto, no era tarde. Al menos para mÃ, que solÃa llegar algo más entrada la no
minaban como nunca o mejor, como siempre. Y sÃ, vi en el destello de sus ojos que no estaba del to
lo ¿por qué tenÃa que agu
do no caerse, ya era experta
entado esconder sus hipidos-. ¿Acaso no
que cualquier pájaro se sentirÃa orgulloso y su maquillaje regado por
ocurrÃa y sin embargo, seguÃa
egunté furiosa tan pronto cerré la puerta-.
mano en mi cabello de manera maternal-.
ran sus cambios de humor cuando estaba borracha. Aquellos que no me daban a e
dido a detestar también a la persona que era cuando no
e de mi cabello. Me encaminé a la
trecortada-, no tienes q
ión que tuve por supuesto debo ser una dama ¿Cierto? -Tomé al
, sabÃa que eso me enojarÃa más. Me giré hacia
tiera -respondà fulminándola-; no significaba ignorarme cuando te necesitaba o dejarme a u
hipido antes
era un arrepentimiento efÃmero como siempre, tan ef
¿Sabes? Si en realidad me quisieras, si en realidad me amaras, podrÃas dejar eso que tienes allá at
rda, no me entendÃa. Era como hablarle a
uestas
de desdén o sentarme frente a las escaleras del umbral. Pero permanecà dentro porque tenÃa tareas
mi habitación para echarme
Yo resoplé y cerré la puerta aún
nsé reposando mi cab
nguna, aún cuando solo diga ''te amo'' cuando esté ta
se me complicaba cada vez men