Kashmir. Capítulo I: La iniciación
rededor de las siete de la mañana, mientras desayunaba en el cafetín después de mi primera clase o en la parada del transporte, a las cinco de la tarde, sin falta. Ahora recuerdo que en
. Por más que le dedicara las tardes en la biblioteca, mis esfuerzos por terminarlo habían sido infructuosos y eso me frustraba. Debo llegar a casa a estudiar, pensaba mientras su
a la particularidad de esa tarde. Miré de reojo y solo veía una silueta negra detrás de mí. Aceleré el paso. No lo sabía con exactitud, pero tenía la idea bastante precisa de que me estaban siguiendo. Caminé de prisa y llegué a la esquina donde los peaton
trabada durante unos segundos aparentemente eternos. Durante un momento de extrema tensión miré hacia atrás y sentí la presencia de aquella silueta negra. Entré de inmediato ap
quedó detrás de mí. ¡Ahora sí valí madres! Un puñal o una pistola con silenciador y eso será todo. Pensaba angustiada durante aquellos segundos interminables en los que mi corazón ascendía hasta mi garganta como el ascensor a mi piso. Cuando finalmente se detuvo y abrió sus puertas, el pánico ya se había apoderado por completo de mí.
r hacer, excepto correr, correr, correr...". Se veía feliz en tanto colgaba un horroroso afiche con el nuevo slogan del Ejército. Lo miré pálida y estupefacta, como si me hubiese jugado una br
las personas a mi alrededor. Estaba tan acostumbrada a mi soledad y tan enclaustrada en mis asuntos, que ni desplegando anuncios titilantes de
eguidores se acerc
io. Sin embargo, cuando solicité el libro a Body -el bibliotecario encargado, un tipo flacucho de len
esión cómica de sorpresa-. ¿A quién se lo
enta mientras se agarraba la cabeza-.
nándome hacia él-. Tú no prestarías el
empre. Las chicas guapas podían salirse fácilmente con l
ndose. Se inclinó hacia mí y susurró con expresión preoc
y? Tengo que entregar el ens
e resiste, amenázalo de muerte. Seguro sucumbirá, tienes el aspecto para lograrl
le, Body! -exclamé indignada-. ¿
sa" -citó esbozando una sonrisa traviesa que borró por completo cuando sintió mi mirad
en medio del pesado silencio de la biblioteca, luego de atravesar cuatro filas de mesas y por fin llegué al lugar. En ese momento, la persona advirtió mi presencia y pude ver su rostro. No lo podía creer, pero era él, mi hombre ideal. Levantó la mirada con el es
ardes -dije torp
decir, aunque yo solo podía mirar alternativamente su rostro y el libro-. ¿Necesitas esto? -preguntó con