La Biblia de los Caídos
nada que ver, y ni siquiera consideró el hecho de que sin duda a
stada por el inminente enfrentamiento con un demonio,
s de acompañarle. No sabía tanto de él como había creído y no pudo averiguar nada más. Era una
o no sonaba a un entrenamiento precisamente. Entonces cayó el sol y se dio cuenta de que no había dejado de pensar en ello ni un minuto. Su curiosidad natural
-. No podía simplemente frotarse contra mí para l
ltas por la sombra de un árbol. Como no había nadie más en la calle y
animal -contestó otra v
baja-. Le he comprado todos los piensos del m
sabía, pero algo en ellos no le gustaba. No encajaban con el barrio tan caro en el que se encontraban. Tal vez fuesen ladrones que estaban estudiando el mejor chalé para robar. O puede q
dió cruzar a la acera de
el ritmo metabólico, ¿sabes? ¡Pero qué vas a saber tú! Y encima tengo que esperar contigo. Si
io de la calle al oír
reja. Las dos cabezas se volvieron hacia ella-. Os he o
un chico joven, de unos catorce años como máximo, aventuró Sara, de pelo y ojos cas
mono de ser otras
o, ¿vienes de su parte?
que un niño! -exclamó
el chico-. Siempre
cortó el otro hombre salie
cuerpo bien moldeado, como el de un deportista. Vestía con aire informal y era el hombre más guapo que Sara jamás hubiera contemplado en
edado con el Gris en u
-intervino el chico-. Nos
eles nada hasta que sepa
o bo
s un poco
de que no aprobaba la presencia de Sara. Pero lo que más le inquietaba a ella era que no mostraba el menor reparo en disimular, expresaba su desconfianza de ma
ertidos y se movían mucho. Se le veía excitado y no paraba de toca
pequeño para estar e
supo inmediatamente que su pregun
que el guaperas de Álex es mejor por ser un adulto, ¿a que sí? Pues te equivocas
e una vez! -gritó Álex -.
osotros -di
vió silenciosamente hacia ellos. Enseguida se distinguieron los contornos de
me cabrearé. Me conformo con ver cómo regañas a Álex por gritarme. Me está rallando con es
Gris a Álex-. Y es parte
go-. Me hace sentir como un vulgar adolescent
ás inexpresivo. Hubiera jurado que eran dos enemigos evaluando la situación antes de aba
una experta en el mundo oculto, pero le desagradó la forma tan descarada de menospreciarla. Aun así, no se atrevió a i
una rastreadora
podemos llamar, y de confianza.
a ella -d
pareja y se sit
untó susurrando-. No es normal que
ris la hubiera escogido. Tal y como Álex se había apresurado a señalar, había muchos rastreadores, no era una facultad escasa, y ella tampoco era de las mejores. H
abajar. Hay una niña poseída en ese chalé -dijo señ
itas para tan poca cosa. No entiendo por qué has aceptado este caso, cualquier medio sa
tó por el cuell
-le advirtió-. Y tú t
oy! No me he dado cuenta de que me necesitas
vere