Amar en tiempos de guerra
que, al volver a casa, prefirió subir por la escalera de servicio para que no la vieran. Cuando pasaba corriendo por delante de la Cámara de los Tapices, cuya puerta estaba
mo bailaban locamente las hojas rojizas por la gran avenida. TenÃa la cabeza apoyada en su mano y un aspecto de lo más deprimido. Tan desesperado y acabado parecÃa, que la pequeña Virginia, que al principio pen
Mis hermanos vuelven mañana a Eton y, s
abÃa atrevido a interpelarle-, muy absurdo. Necesito agitar mis cadenas, gemir a través de las
malvado que ha sido. Ya nos contó la señora Umney, el prim
ma con petulancia-, pero fue un simple as
, que a veces tenÃa una dulce severidad de puritana
ni idea de cocinar. FÃjese que una vez cacé un ciervo en el bosque de Hogley, un ejemplar magnÃfico, y ¿cómo dirá usted que lo mandó servir en la mesa
!, quiero decir, sir Simon, ¿tiene usted hambr
de su parte, y es usted mucho más agradable que el rest
de la biblioteca? Primero me quitó toda la gama de rojos, incluido el bermellón, y ya no pude pintar más puestas de sol; luego cogió el verde esmeralda y el amarillo cromo y, finalmente, sólo me dejó el añil y el blanco de China, con lo que me quedé reduc
ano el que lo empezó todo con el «Superdetergente» ese suyo, no vi ninguna razón que me impidiese coger sus pinturas. Y ya sabe que para gustos se hicieron co
e un fuerte impuesto sobre bebidas alcohólicas[21] de toda Ãndole, no habrá problemas con la aduana, ya que todos los funcionarios son del partido demócrata. Una vez
ue me gust
tenemos ruinas ni curiosidade
stó el fantasma-. ¡Para eso ya tien
a papá que consiga otra semana
-. Estoy tan solo y soy tan desgraciado, que realmen
cil es quedarse despierto, sobre todo en la iglesia, pero dormirse es faci
y los lindos ojos azules de Virginia se abrieron asombrados-.
blaron como pétalos de rosa. Fue hacia él y, arro
ró-, ¿no tiene usted ningú
da, está lleno de estrellas grandes y blancas de la flor de la cicuta y canta el ruiseñor durante toda la noche. Durante toda l
rrasaron de lágrimas, se
al «JardÃn de la
, escuchando el silencio. No tener ni ayer ni mañana. Olvidar el tiempo, perdonar lo vivido, quedar en paz. Usted puede ayudarme.
u cuerpo; durante unos instantes hubo silenc
el fantasma y su voz pare
profecÃa inscrita en el
y bien. Está pintada en extrañas letras góticas, y es difÃci
una ni
a oración de los
lmendro estér
llore sus lágr
la casa qued
lle alcanz
co de fe; y entonces, si siempre ha sido dulce y gentil y buena, el Angel de la Muerte se apiadará de mÃ. Verá usted formas horrorosas en la oscuridad,
ión, mientras contemplaba la rubia cabeza inclinada. De pronto se puso e
e pediré al Angel qu
equeña Virginia, quédate!» -le gritaban-; pero el fantasma estrechó su mano aún más fuerte y ella cerró los ojos para no verlos. Espeluznantes animales con rabos de lagarto y ojos saltones le hacÃan guiños desde la chimenea tallada, y le susurraban: «¡Ten cuidado, pequeña Virginia, ten cuidado! ¡Puede que nunca te volvamos a ver!» -pero el fantasma se deslizó aún más aprisa y Virginia no les escuchó-. Al llegar al extremo opuesto de l