LA HIJA DEL EMBAJADOR
a llevar desde que tenía quince años. La tela era poco elástica y le apretaba las costillas y l
e inflará la vejiga y querrás vaci
ustia y el bien conocido sentimiento de
labios, como hago siempr
ar y los postres nata, y ni quiero nombrar la mantequilla -La señora Kolin dio un fuerte apretón a
a frase cuando su madre s
abemos lo que buscan -le ordenó su madre con voz autoritaria al t
sforzó en recuperar la compostura, la quietud en
cuesta respirar -gimió doblándose sobre
a Ian -le recriminó
nte. No quería avivar la llama del enfado de s
o de los tirantes del hombro y lo soltó al instante provocando un latigazo
en su mente los alimentos que había ingerido aquel día: batido de espinacas y piña para desayunar, acelgas c
istal y después el otro. Dejó de respirar mientras el panel electrónico se normaliz
aumento
s, mamá, prometo pe
al menos, catorce horas sin ingerir alimentos. No puedo quedarme de brazos
cruzó su rostro dejándole en la mejilla derecha una mancha color escarlata. Alisa se tocó el
n joven excepcional, con una carrera prometedora por delante. Y para que eso ocurra, debes estar perfecta, en todos los sentidos.
es se debía a sus bofetadas, a su mirada fría y cortante o a su voz chillona y áspera como el látigo del viento polar. O tal vez se debiera a todo aquel
ó los labios y su her
hica. Todo el día i
mejor amiga. La única que tengo
mires con esos ojos de cervatilla asustada, no te prohibiré que sigas con esta amistad...porque te conviene. Es la heredera de un gra
. Lo analizó con ojo crítico durante un largo secundo y revisó la cremalle
stido por su cuerpo. Se trataba de un modelo de alta costura de Armani, de corte conservador,
cia. El look propuesto por su madre no la favorecía en absoluto, la hacía parecer desvalida y mayor. Su rostro lucía mu
lpes en la puert
ba a la puerta. En cuanto la abrió, Cristine entró como una tromba de agua. Llevaba el im
vestido de mi madre porque...no me cabe -su voz se quebró y una lluvia de lamentos salió de sus labios-. Los nerv
ictoria disgustada-. Vamos, deja de lamentarte y ponte de pie. Aprieta e
ración. Se sonó la nariz con ella pero al advertir la mirada severa de la madre de su amiga, volvió a cerrar el puño, escondiéndola. Se irguió, cuadrando los hombros, y co
on la cara enrojecida por el esfuerzo-. Este no te entra aunque ayunes
esta noche le estaré fallando a mi madre. Fue su deseo que me lo pusiera en mi primer bail
a su lado y le tomó las manos para animarla-. Vamos a tu habi
o-. ¿Y si intercambiamos los vestidos? El tuyo es muy holgado, seguro que me viene. De ese modo, mataremos dos pájaros de un tiro. El vestido de mi mad
tido...es muy escotado -se ne
do hasta que enfundó su cuerpo en el vestido negro de Armani. La ap