El Caballero Escocés
Escocés –
jugando, pero no iba a ganar. Deslizó un brazo por su espalda y la atrajo hacia su cuerpo
réis entonc
vos? -preguntó el
se oscurecían con un brillo m
maldita
que ya no le tenía miedo. Siempre se había mostrado algo temerosa h
vos? ¿Por qué habría ahora de comportarme de una manera distinta? Sigo siendo vuestra es
olparse en sus venas. Escrutó su rostro,
to? Pero sabed una cosa, esposa mía. No soy ningún estúpido. La última vez que os vi, estabais huyendo. No voy a creerme que de repente habéis encont
nque Arran pudo distinguir el leve rubo
en un error. Pero, por favor, ¿nos daréis antes de cenar
todavía más con una mezcla
tarme dónde está aquel frágil
a en el pecho-. Un poco de comida, si sois tan ama
en el rostro de Margot-. Trae a lady Mackenzie y
a palabra sobre su mano sucia manchándole la ropa, al contrario de lo que antaño habría hecho, sino que consintió,
ientras los presentes estiraban sus cuellos para ver a la misteriosa
ó mientras la conducía hacia el estrado, lanzando una mirada sobre su
ca sabe cuándo se topará con un sal
l antiguo anhelo que antaño había sentido por ella, ya que ahora lo único que sentía era desdén. Hubo un tiempo en que su sonrisa lo habría obligado a acep
puesto para ella en el estrado, pero sentándose en el mismo borde. Su esc
tarse allí -dijo él, señalan
o ella les indicó que obede
era la reina allí, sobre todo ahora, pero se sentó
ue posaba la mirada en la muchacha que había estado sentada en su regaz
ompañía de l
s y mujeres
muñeca una vez más, ap
onje? ¿Que después de vuestro abandono, mantendría incólumes mis vo
ientras liber
nado ante el altar de otras damas -desvió la mir
abréis mantenido como una c
amente casta. Pero ¿quién de nosotros lo es? -giró la cabeza y lo miró directamente a
aquella mujer? La mujer que lo había abandonado se habría escandalizado ante la mera sugerencia de que su castidad no había sido perfecta, prácticamente virginal
rviera vino y, al hacerlo, advirtió que la mitad
es por señas que se ocuparan de sus propios asuntos-. ¿No pue
, recogió la fídula y
hecho vuestra gran entrada, supongo que me enteraré de lo que os ha traído a Balhaire. ¿H
e echó
cias. Nuestra fortuna sigue intacta y la
igó en su silló
ió con co
sconfiada que era vuestra naturaleza, pero debo rec
Cuando os habéis presentado aquí después de n
os hubiera mandado algún recado, me habríais rechazado. ¿No es verdad? Pensé e
Qu
e que vos también me habíais echado de me
mágenes con las largas piernas de su esposa enredadas en torno a su cintura, con su sedosa melena exte
chado de menos
se arrebolaron, y bajó
echarme de menos, leannan? ¿Desde que no cons
adamente generoso
o -aseveró él con
gió meditarlo mientras jugueteaba con su collar de esmeraldas-. No puedo prec
dito cáncer
carme para aseguraros de mi bienestar, en lugar de e
Inglaterra para daros caza com
abra fuerte. Yo pr
tra parte invitación al
uier momento que os hubiera apetecido. ¿No lo habíais hecho antes? -le preg
pondió, sosteniéndole la mirada-. Y ha
mejillas de Margot, pero se las
to ha
su boca. Una eternidad. Se sentó m
de días. La sonrisa de Margot se borró de golpe. Entreabrió ligeram
cuánto tiempo me he visto libre de
os de ella par
admitió en
a atronando en las venas, acusando el familiar rit
a todo esto me se
abía acertado el golpe? Tampoco le importaba demasiado... porque