LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA
lujoso auto que la dejó en la entrada del edificio, situación que no pasó desape
ciones. Aunque trató de disimular mucho, con un buen maquillaje y su elegante uniforme, la ma
timo lugar, en una esquina. Entró con la mirada gacha sin percatars
s metálicas del elevador. La caja siguió avanzando y parando en cada piso dejando a sus compañeros en ellos, creyó sentirse completamente sola par
ujera a nada y que ella quedara atrapada en él para no continuar con su miserable vida, no que
ojos de golpe y acomodarse erguida en el ascensor. Trató de disimular el mal momento arreglando
ía que hasta la dejo peor, porque, por más que se esmeró -dijo señalan
de calmar la rabia que estaba naciendo en su interi
para no sonar dura e hiriente. -No recuerdo haberle informado mi sit
y se le acercó más de lo debido, tanto que la at
resa del atrevimiento y hasta quizás se sonrojó
tal suceso que sintió su cuerpo rea
iento del hombre la mareó- usted no es alguien de mi interés, es más, creo que no es ni un tanto suficiente
oximidad de Rebecca, tanto que se le aceleró el
o aturdida por la cercanía, pero achinó los ojos manteniendo una mirada fría, ese hombre la acababa de insultar. Primero la trató de mujer fác
te" para alguien como usted, que, por su comportamiento arrogante considero que no es capaz de estar a mi altura. Que tenga un buen día señor Franco -escupió las
ia. Esa mujer lo perturbaba de manera inimaginables, sentía un deseo descontrolado
lhumor como la incomodidad sentida en su entrepierna, no podía negar que
Pasó de largo entre los presentes en el departamento de diseño que a ninguno de los empleados le pareció extraño que su jefe llegara nuev
sta, lo miró de soslayo y se dijo a sí mismo que aprovecharía la s
ia al andar. Fueron compañeros en la colegiatura, pero, aunque estudiaron en la mis
al, mientras Arturo se profesionalizó en arquitectura como su padre, es
dejado las bolas azules -le dijo en tono
la mierda una vez más y de la manera más sutil.
e va a dar ni la hora. Es más, creo que si te ve con intenciones de arrojarte al precipicio te alentará para que sal
e estaba yendo con la mujer. Ambos hombres después de reír y disfrutar del mal momento decidieron dejar el tema de
la vez culpable por haber ofendido al hijo de su jefe «pero se lo había buscado» se dijo para sentirse mejor. Aunque pensaba que ese sería un motivo para solicitar su despido o quizás para ini
n Maximiliano, negro sin azúcar, abrir las cortinas de su elegante y gran oficina, dejar la agenda electrónica en su escritorio co
ascensor anunció la llegada de su jefe. La puert
tu día ayer? Mira que me dejaste muy pr
ra rodar cuesta abajo por sus mejillas. Abrió su boca para hablar, pero el sollozo que se había atora
cual padre consuela a su hijo. La instó para que entrara en su oficina
dido con su madre la tarde anterior. Le contó con lujo de detalles cómo su madre
el que no puede adquirir créditos bancarios. La suma prestada era tan considerable que ninguno de sus deudores tenía como pagar en el té
había podido pagar todo el monto acumulado. El hombre le había pedido a la mujer entregar en pago su ne
o con sus préstamos Rebecca, la bella hija de la mujer era el anhelo de su perversión. Quer
mujer y no aceptaría por ningún motivo a su pedido. El v
final del mes o la bella mano de preciosa hija de lo c
compromiso de su madre, pero viendo que la suma era demasiado exorbitante, pidió un laxo de 6 meses para pagar todo el total. Acuerdo
en el que comprometía el 80% de su sueldo para
u mente no comprendía como la obsesión de un hombre podí
había perdió toda esperanza de volver a amar con su corazón de padre. En seis meses Rebecca se había ganado no solo su cariño, sino q
sperarlo unos días para ayudarla a solucionar su situación, ayu
personal en la oficina. Don Maximiliano se levantó de inmediato y se dirigió a la puerta para abrirla mi
o de largo el cuerpo de su padre e instalándose en el centro la oficina mientra
reguntó mientras posaba sus ojos en la muj
ntes de contestar cualquier pregunta se dirigió al hombre que esperaba
iento que tuvieron en el ascensor, su cuerpo empezó a reaccionar y por el momento se dejó llevar por el recuerdo, pero su ensoñación no duró mucho
unta no pasó desapercibida, pero su padre lo mi
s porque ya Rebecca se encontraba de pie frente a su hijo. Se veía
deja de andar por las ramas, señor -dijo sin mostrar temor o
tas, entiende muy bien la insinuaciones -dijo Arturo casi en un susurro levantando con
entido de las palabras y una fu
s ojos. Arturo sintió su mejilla arder por el golpe y su coraje empezó a cor
insultarme y de paso ofender a su padre. Si cree que por ser su hijo le da derecho a humillarm
o con lo de hace un momento y si considera que mi despido es lo mejor por este atrevimiento
hecho nada que no sea defenderte del idiota mi hijo- di
angustiada por las consecuencias de s
o en sus obligaciones que no se percató de la hora de salida. Aunque en realidad nadie
tó lo tarde que ya era. Cerró su computadora, organizó s
tó el botón para pedirlo, se demoró
as paredes de este con los ojos cerrados, como siempre lo hací
s de él llegaba Arturo, quien también ingresó. -¿Aun
respiró hondo para calmar las sensaciones que el heredero le hacían sentir. No quer
n algunos asuntos más de lo debido y no me di cuenta de l
ntestar porque ya su
n desdén -Que sólo vienen a encerrarse en las oficinas con los je...- Rebecca no lo dejó terminar de hab
olorida mejilla, iba a contraatacar cuando el timbre del as
igo. -Que descanse señor Bruno- se despidió antes de salir hacia la recepción del l
autobuses, iba furiosa refunfuñando por lo recién acontecido que la poca gente
nojada y llena de coraje. -Es un gili
o de su jefe, su mente recordaba cada encuentro con ese hombre hast
aredes del ascensor le llegaron de golpe. Su embriagador perfume, su cálido y fresco aliento, su cercanía, todo
Franco. -No Rebecca, no vayas por ese camino, él más que nadie te hará daño-