La maldición del Alfa
z del sol dándole en los ojos mientras Felicity abrí
ía el cristal inferior. Los pájaros que descansaban en la cornisa bajo
o los ojos ante la brillante bruma que la
jo: -Las nubes siguen movié
su desayuno matutino en la mesa individual: huevos y tocino.
tro Alfa pensó que estaría bien que tuvieras una comida matutina que
nedor para inspeccionar el contenido. Cuando se as
aci
olvo de las superficies del mínimo núme
da, se
afanadas en abrir las yemas-. Lo sé, lo sé, probablemente sea el pr
ocerte, Waverly -
ino, hablando mientras masticaba
rabajar y se giró con una m
a mientras daba otro bocado. Felicity siguió su mi
o! -susurró, casi reprendiéndose a s
la mal
unda sintió un pequeño brote de culpabilidad. Tal vez debería haberse quedado callada. Pero
scondidas... es que nadie me da respuestas claras
hacia ella, sus pantalones de pijama de gran tamaño se arrastraban por el suelo mientras caminaba. Col
a a tu Alfa -aseguró Waverly-.
su atención en la mujer que tenía delante: -Mira, Felicity... no quiero meterte en p
su punto focal y se sacudió para lib
se hundió. Dejó caer
quiere
verly, que notó el anillo verde alre
, no me ha
l deber era algo que ella entendía muy bien y obligar a alguien a abandonar su
ndamente y asintió: -
n plato vacío mientras decía: -Está bien. El Alfa estará aquí
ando a Waverly una pequeña sonrisa mientr
r primera vez en los últimos tres
s nerviosa. La última vez que había visto al Lobo Carmesí, la había encerrado
liente, por dentro se volvía cada vez más temerosa cuanto más tiemp
las sombras se acercó a ella. Desde su llegada a las Montañas Trinidad, no había soñado con él ni había dibujado el conjunto d
os leggings negros, el mismo atuendo que llevaba el día que llegó a las Montañas Trinidad
mesí y trataba de ocupar sus pensamientos. Entonces, casi en el momento oportuno, oyó que la cerradura de la pu
tación y echó un vistazo al espacio. Casi instantáneamente, la atm
a mano, sostenía una pequeña caja de algún tipo, tallada con viejas runas
su invitado. Necesitó la mayor parte de sus fuerzas para mantener su v
Levantó la mirada para ver cómo la examinaba y la sensación de nerviosismo que había sentido desapareció momentáneamente. Sus ojos no se par
en su regazo e hizo un gesto hacia
que tenía en la mano y respon
la respuesta que ella
en esa caja. Había un 50 por ciento de posibilidades de que dijera la verdad, pero había
cama. Se acercó con cautela, sin dejar de mirar al Lobo Carmesí,
uriosidad hacia delante, mirando por encima de su hombro. Sus ojos se abrieron de par en par
ndole la espalda-. Seguramente valen m
as más hermosas que había visto nunca... rubíes, perlas, zafiros, todo ello sobre una pequeña
a ver al Lobo Carmesí empuja
rarán suficiente dinero para que tú y tu manada sobrevivan dura
tratando de entender su punto de vista. ¿Su manada? Nunca lo
la expresión de su rostro. Sus o
s li