Sangre y Fuego
Habana 10 d
li
dad es que me había convencido a mí misma, de que ese episodio de hace tres años no me atormentaría má
irijo al baño para asearme. Mientras me lavo los dientes miro de reojo a la muchacha de veinte y seis años, ojerosa y despeinada que me devuelve el espejo. Me enjuago la boca y la cara con el agua del g
ba a una hora inhumana a casa de mi abuela paterna
es lo que describe
tendieron. Para unos,mi vida es un verdadero milagro, para otros un sorprendente enigma; pues a pesar de haber sido víctim
esconectado" por siete días, al cabo
que reporta el resumen méd
ía y los intensivistas; yo lo recuerdo todo perfectamente. El momento exacto en que fui chocada de frente por un coche de color gris, el miedo inicial, la sensación de taquicardia, la a
sobrevivirá, hago una mueca, si continúo así yo pro
una veintena de veces intentando frenar el ataque
ada a recordar aquel accidente, me coloco los espejuelos y me visto para ir a traba
visitar pacientes en sus casas no he tenido tiempo ni para escuchar mis propios pensamie
entido del deber cumpli
ital y caigo rendida. Quisiera mentir y decir que mi vida es maravillosa, magnífica, exótica...pero no. Soy más bien un p
cidente, hace tres años , no tengo familia, ni qui
tada. Tanto así, que ya son las dos de la madrugada y aún estoy despierta. Harta del insomnio y de mi pr
*
inutos agónicos como un medio de alcanzar consuelo ante la inminencia de mi muerte, y estoy convencida de que lo anterior es cierto. Mi amante es hermoso, como un ángel. Su piel es tan blanca que parece hecho de nieve, su
i mentón y en vez de besar mis labios los lamió con descaro. Entonces supe que soñaba; nunca he sido el tipo de chica que los hombres encuentran atractiva, peso cinco libras por encima de
o acariciando mis pies. No tenía ni idea de que esa parte de mi anatomía era una zona erógena. Ha colocado par de besos en mis rodillas y ha ascendido a lametones por mis musl
a en mi oído y yo me muerdo e
roducto de mi imaginación y mi lib
sca mi boca y me besa mordiéndome los labios como si tuviera hambre y yo fuera la cosa
eña. Muy pront
ar de que sus palabras no sue
*
s días son lunes. Afortunadamente, la guardia cursó sin mayores
la tarde y me senté en el malecón
ugo de mango allá, he caminado un rato por la Habana
da en mis propios pensamientos, cuando de la nada aparece
ñuelo empapado de algún líquido extraño me cubre la nariz y la boca. Forcejeo, intentando con patadas y arañazos quitarme el