sette
golpe, sin avisar. Ni siquiera puedo presentir, porque olvido rápido lo que me encierra en el sentimiento de la tristeza. Bueno, no es tanto así, a veces hay caminos rápidos y otros que duran un e
imagen del concepto de una familia nuclear, completa y enraizada de cariño y armonía. Todo bien, personas me rodean y las relaciono; sus rostros se hacen cada vez más mi costumbre y entablo comunicación, no tant
ver bien. Mayormente solo su cabello era mi mundo, jugaba y lloraba sin razón; complejo normal de bebé llorón. No sé qué quiero, hay tantas opciones en este mundo para
esas inesperadas, tengo que ir a un lugar donde hay otros como yo, pequeños y tontos. Siento temor, pero
colores, mi desastre empieza desde ahí. Explicarlo es fácil, es una lucha de instinto contra mi costumbre: ya que naciendo tuve la decisión suprema de hacer las cosas con más ánimo de todo mi lado izq
el jardín escolar, mandaban tareas, muchas para estimular ese ritmo que me incomodaba; probablemente luego de unos meses metido en ese embrollo le com