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RELATOS DE LA VIDA Y EL AMOR

Capítulo 4 Mis viajes escolares

Palabras:1484    |    Actualizado en: 30/04/2022

ristal en un rinconcito muy especial de mi corazón, la llave la guardo celosamente en mi alma y no la descuido jamás para no perder aquella presea de valor incalcul

o, cada mañana lo acompañaba incansable e incondicionalmente su esposa la señora Raquel, una robusta anciana de tez trigueña cuyo cabello había sido invadido por el paso implacable de los años, cubriéndolo con el tono blanquecino y ceniciento de las canas, recuerdo que aquella señora que era algunos años menor que su marido, tenía un vientre muy abultado, una expresión dura en el rostro, un carácter fatal, pero que en el fondo era dueña de un corazón generoso y lleno de bondad, la misma que en aquellas frías mañanas invernales en que la escarcha cubría todo a su paso con su blanco y gélido manto, me cedía un asiento junto a ella y me pasaba una botellita de agua mineral llena de agua caliente, como guatero para calentar mis manos. Aquellos hechos tan triviales y simples fueron marcando mi vida y ayudaron a formar mi personalidad, así como la de muchos otros jóvenes escolares, y

de que andemos todos los días de arriba para abajo acarreando

ntario le pregunté -¿Y a us

eda callado y no es capaz de decirles nada y yo soy la que tengo que andar alegando con ellas- yo solo atinaba a mirarla y a escucharla mientras seguía parloteando -Me gustaría que descansáramos, ya estamos viejos para andar carreteándonos y míreme hijita por Dios yo ya estoy flaca como pe

renta años subió a la añosa máquina con un saco que parecía ser solo un bulto que colocó delicadamente junto al lugar donde Don Mario conducía, no obstante al cabo de un rato aquel bulto comenzó a moverse poco a poco y cada vez con mayor efusividad hasta que de pronto un cacareo estruendoso salió desde su interior provocando carcajadas en todo los pasajeros, prontamente aquel pollo comenzó a formar tal escándalo que su dueña opt

e aquel instante quedé impregnada de la imagen de ese muchacho robusto y moreno, de cara dulce y labios carnosos , quien con el pasar de los días empezó a acercarse a mí hasta que al poco andar nos hicimos amigos inseparables, todos los días de forma casi sagrada nos sentábamos juntos en la micro tanto en el trayecto de ida al Liceo como en el de regreso, en donde nos reíamos, conversábamos y nos divertíamos mucho. Cuando llegó el invierno y empezó a obscurecer más temprano era genial viajar a su lado pues nos sentábamos muy juntos y hasta parecía que teníamos nuestra propia intimidad alejados del resto del mundo, hablábamos muy bajo y nos reíamos de tonterías, disfrutaba viendo sus ojos brillar en la obscuridad. Hasta que llegado el fin de año mi querido amigo

ausa de su avanzada edad, la micro debe haber sido vendida a otro transportista o tal vez a alguna desarmaduría para vender sus piezas. Esos recuerdos que hoy comparto con ustedes

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