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Serendipia

Serendipia

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Capítulo 1 1

Palabras:3475    |    Actualizado en: 18/05/2022

ldecir, o eso esperaba, pero el calor sofocante, que no menguaba ni siquiera un poco con el pequeño recorte de cartón con el que se ventilaba, le tenía al borde del abismo. Se movía, desabrochaba los boto

l respecto, él mismo se había marcado a fuego ese destino, él había caminado por el sendero incorrecto y ahora debía enderezar el camino, y por eso se encontraba

a carretera, le impedía divisar la corriente fresca que avanzaba por alguna part

guayabera que su madre, muy amable mente, le había planchado esa mañana, y yacía desperdigada de cualquier manera a su lado, así que solo estaba con la camisilla sin mangas blanca que parec

e tocar le la rodilla para llamar su a

curioso repaso, y se quitó el sombrero para esc

hombre, al ver la desesperación que le reina

y correr de vuelta a Medellín. Pero luego lo único que atinó a hacer fue agradecer al hombre con un movimien

n "Chiva" , pero a Gabriel le parecía ridículo comparar semejante medio de transporte con un loco animal. Observó la bestia que lo transportaba y se tomó un minuto para contemplar los detalles. Era un camión adaptado de manera artesanal para el transporte rural, tenía cientos de colores en los que predominaba e

de la cocina del pequeño restaurante y esperó a que alguien lo atendiera, pero las mujeres estaban demasiado entretenidas hablando con el ayudante de la escalera en la que él había llegado. El ayudante era el encargado de subir las maletas

laró la garganta para llamar la atención, pero solo logró despe

su físico, gracias a su historial delictivo se había formado bastante bien, nada exagerado, aunque podía presumir sin vergüenza sus brazos, pero lo que llamaba más la atención de él era lo negro de su cabello, la oscuridad de sus ojos y la blancura de su piel. Muchas veces tuvo que pasar

o a brochazos mal dirigidos en los pómulos, las caras grasosa

cha más desagradable, con el delantal lleno de aceite y el cabello despeinado, negro y largo, con acn

o de que no le temblara la voz. De repen

o la más joven de t

l limón dañaba todo, no entendía como lo añadían al pescad

se con el cuerpo del hombre que estaba en la orilla de su banca, rogó al cielo que todas la

las tres "acosadoras" y caminó hasta la escalera, donde se posicionó cómodo en una banca frente él. El helado se le escurría por los dedos, pero le daba un poco de pena aventarlo por la ventana, además tendrí

comenzó a avanzar, se encontró listo para recibir el aire fresco que entraría por todas partes. Incluso había tirado ya el pequeño cartón. La escalera comenzó a avanz

a subir. Después de un par de golpes propinados por la madre, la niña, que no pasaría de los seis años, rompió a llorar escandalosamente. Se subieron justo en la mi

abriel, al menos

n mal, incluso logró divagar en la posibilidad de encontrar a algún chico guapo, pero desechó la idea de inmediato, si no había encontrado a nadie que valiera la pena en una ciudad tan grande como Medellín, no lo encontraría en un pequeño pueblo conservador que seguro veía la homosexualid

nte de todas las maneras y en todos los idiomas que conocía mientras trataba de buscar el pequeño cartón, ya que el calor escocia de nuevo. ¿cómo subían un colchón entre los pasajeros? La escalera arrancó

lo miraba fijamente, lo traían mareado. Trató de respirar por la boca, como le enseñó su madre cuando se mareaba en Medellín, pero allá las cosas eran m

ue se meneaban al ritmo de los huecos en la carretera, de los baches y las piedras. Se apretó la cabeza tratando de disminuir el malestar que le provocaba náuseas. Después, trató de encontrar algún resquicio por dónde se cola

mago, como cual araña que se esconde tras un cuadro, y lo único qu

por ahí uste

tómago en el piso. El perro comenzó a latir, la niña a llorar, y Gabr

ö

o lo ancho de la carretera, Gabriel se sintió un poco mejor. Se lavó la cara y tomó

mientras el ayudante limpiaba el vómito. Solo se limitó a parec

en que le daba vergüenza mirarlo a la cara, supuso que era humillante limpiar el vómito de otra persona y temió enfurecerlo si

personas fueron abandonando, una a una, el vehículo cuando llegaban a sus respectivos destinos. Paulatinamente se halló sólo, al parecer Florencia era tan lejos y aburrida que las personas preferían vivir en el campo

y lo comprobó cuando, sin poderlo creer, vio como el ayudante se t

o directamente. Pero la presión en su pecho no hacía más que incrementarse. La culpa era lo que más le acongojaba en la últi

e un rato, pero el ayudant

rimera vez que tengo que hacerlo. No importa- Gabriel lo mi

vista hacia el frente, pero el ayudante no

aquí, ¿cierto?- Ga

nota

el lo miró, ¿acaso estaba coqueteando con él? El much

ás que acostumbrado a leer entre líneas, pero por más que intentaba no podía encontrarlo atractivo. Era guapo, incluso más guapo que algunos con los que pasara un roce rápido en alguna discoteca. No supo por qué no le

erse lleno de orgullo. Atrás iban quedar los días de polvos rápidos y a escondidas. Todo había cambiado, él había cambiado, y sin tener ya que esconderse, sintió una extraña sensación hacia los que aún lo hacían, tristeza y empatía, tod

do en su radar gay, y Gabriel se sintió un poco culpable, pero él ya había dado el paso, ya había s

ue no pudo decirle que no, también fue una especie de reconciliación. Un poco más adelante, cuando el sueño casi lo vencía, unos tres hombre hicieron parar la escalera, pero no se subieron. Movido por la curiosidad abrió los ojos y observó como uno de los hombres hablaba con el ayudante, otro con el chofer y el tercero se subió a revisar las pocas pertenencias que había en el vehícul

a del frente, tenía músculos y un cabello rubio casi blanco, al igual que su barba. El hombre tenía una profunda cicatriz en la cara, era intimidante, pero Gabr

ió con la calma que

ra dón

unas enormes venas se le marcaron, e irre

or en la cara, y si no hubiera sido por la mirada asus

eguridad -Mi primo Axel tra

rara se le pintó en la cara -eres

te y levantó los brazos por sobre su cabeza, agarrándose de las vigas de madera horizontal y dejando

onoció de inmediato el tipo de persona que era, uno de eso que se creía que el rey del mundo por que el arma que portaba en la mano tenía más huevos que él

e termin

se comporte, y él aguantó las ganas de quitarle la mano de un puñetazo. Se bajó de un salto y golpeó un par de veces la estructura de la escalera hasta que esta emprendió la marc

en la montaña, con estructuras antiguas y la cúpula de la iglesia que sobresalía por encima de todo. Sintió un extra

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