Adicta al placer
ta ese entonces había sido una chica muy tranquila, curiosa, eso sí, pero muy
á viendo la tele, aunque debo reco
con voz zalamera, y supe que estaba a punto
se aprovechaba de que yo era la más pequeña en c
ecirme y me acarició la cabeza-. Tú sabes
fuera por negocios y nuestra hermana mayor, Linda, ya tenía veintiuno y no nos hacía mucho caso a
-le dije-.
spondió con una sonrisa y sigu
d, amaba las motos en general. En ese entonces soñaba con que algún día tendría un novio
hizo un
ides algo a cambio? -me
espondí con una ceja alzada-. ¿Qu
manzana -me advirtió- La quiero lavada y en
montar su moto. No pod
guen nuestros padres -me dijo-,
¿A dón
noche. No tendré tiempo de limpiarla. -Buscó en sus bolsillos y me entregó las llaves.
Él me sonrió y me las pasó. Luego me dio un
agué la tele y m
en las llantas, en los costados, incluso dentro de la carcasa. La estabilicé sobre unos pedestales especiales para que las rued
ente a oscuras, iluminada solo por una pequeña lámpara que había ahí dentro, me puse manos a la obra. Comencé a limpiarla con delicadeza, cas
ni una pizca de aire. Me amarré mi largo cabello negro y por un segundo sopesé la posibilidad de sacarme la blusa para quedar en sostén.
dejé todo en el suel
or. Mi blusa, húmeda en mis senos, no dejaba mucho a la imaginación. Se transparentaba el color de mi sostén deportivo y unos puntos duros. Me los toqué y me di cuenta de que eran mis pezones. Me sentí extraña al toc
explícita. Se trataba de un chico que descubría a una tipa frotando su pelvis contra su moto en marcha, masturbándose. ¿Era acaso eso posible? Nunca me había masturbad
acer algo así? La respuesta es sí, l
ía aprendido de mi hermano desde hacía un buen tiempo. El motor rugió con un ruido sordo debajo de mí, haciendo vibr
uy joven aún, yo había desarrollado bastante rápido. Tenía los senos pequeños todavía, pero mi traser
e separaba mis nalgas, hasta llegar al inicio de mi coñito. Me sentí tan lasciva en ese instante. Me bajé de la moto y me quité mis s
-sus
rlo, la curiosidad. Moví mis caderas, restregando mi coñito con fuerza contra el asiento y una extraña cosquilla apareció en mi entrepierna, haciendo que instintivamente tratara de cerrar mis pier
dor, y el rugir de la moto entró por mi entrepierna, extendiéndose en mis e
contacto con un líquido pegajoso y cálido. Antes lo había tocado, pero ahora parecía salir a borbotones. Me picaba la curiosidad, así que unté un poco en mis dedos y me los llev
ió lo más erótico del mundo, me calenté mucho solo con verme. Llevé la mano a mi trasero y volví a recorrer mis nalgas sin dejar de observarme. Mis dedos inquietos llegaron a los la
osible perder mi virginidad con mis propios dedos? Nah, no lo creía. Pe
sin poder
fuerza y restregué mi pelvis contra la moto, recibiendo cada convulsión del motor en mi vagina abierta, húmeda e ignorante. ¡Qué rico se
quité la blusa y el sostén. Tenía razón. Me incliné y observé cómo mis senos oscilaban de un lado pa
, a un ritmo convulso. Me miré y gemí con placer. Deliciosa
constante, pero parecía haber llegado
oduje lentamente sin dejar de mecerme. Me sentía como si cabalgara un caballo. Como no sabía hacerlo bien, fui probando, haciendo círculos dentro de mi
h! -
esbalar dentro de mi. El fruto de mi excitación parecía esparcirse por
visor, encorvada y gimiendo, con los senos moviéndose en cualquier dirección. ¡Dios! ¿Eso era el placer? Y como si alcanzara un estado de
derritiera y explotara en un orgasmo, aunque en ese entonces aún no estaba tan segura de que se tratara de eso. Percibí cómo acabé con mi mano aún introducida en mi ent
aire. Si así se sentía una masturbación, no quería ni imaginarme el sexo de verdad. Por pr
s. No sabía por qué me había entrado algo de vergüenza. Apagué la Harley y saqué las
brecía aún más el cuero ennegrecido. Menos mal que me di cuenta. Tomé la esponja de la cubeta y la pasé,
me mordí el labio inferior y reprimí una sonrisa. No tenía idea de que acaba de despertar a