Deuda Heredada.
o para hacer el viaje hacia el este, que era mas de lo que una rata como Alfredo Cruz merecía. Pero era algo que tenía que hacerse. Podría haber enviado a sus
l padre de Alfredo que Mateo estaba dispuesto a negociar el problema. Juan Cruz era un vicioso, violeto y sanguinario miembro del inframundo, pero entendía las leyes que lo r
no tomamos
mi dinero? −Mateo intervino, sintiendo que su
ando toda su determinación de no matar al maldito y marcharse. Ciertamente resolvería muchos problemas,
na solución más razonable −decía Alfredo cuando Mateo se obli
afilados – Esto no es una negociación. Has roto las reglas. Viniste a mi territorio para vender tu mierda. No hago negocios e
muy consciente del olor a pólvora y metal que picaba en el aire. Sabia que todos los que estaban all
los cuarenta y endulzar la o
mbargo le atravesó la cabeza con una pu
comer el treinta por ciento de una g
lfredo hizo que sus nudillos picaran con el
mm
l, ni siquiera una onza de interés. E
rse en mirar siquiera la puerta
do engatuso suavemente – Y con suerte, l
a golpear al m
esan las muj
ojos marrones de Alfredo, que Mateo reconoci
gará en una semana y que nos
o Mateo – Ya le dije a tu padre
re. Se alejo de la mesa con una risita baja y giro li
en el negocio y sin
ó una oleada de fur
nifica que vaya a dejar que la mierda ensucie mis
perceptiblemente –
er al bolso olvidado en el suelo −Entonces toma a la ch
impaciencia. Lo intento. En vez de eso, su mano sub
tener edad para atarse los cordones, por mas de siete mil
endo la paci
ntada en una absur
el dinero, pero solo puedo darte cuarenta ahora y
Mateo se echó hacia atrás –
talones, empezó a
da – Hare que te envíen el dinero di
. Lentamente se
día. No en una hora o
las fosas nasales abiertas, pero fue lo suficientemente
av
resuradamente su teléfono. Mateo miro a
intercambiaron información de la cuenta mientras Mateo es
chica – or
rto la puerta y Mateo pudo ver a la chica de pie en medio de la habitación, pequeña y aterrorizada. Sus delgados brazos rodeab
fuerza para que se enfrentara a Mateo. Enormes ojos azules se elevaron hasta los suyos, un fuer
la chica se había desteñido hasta quedar en nada, así lo úni
se mantuvo rígida contra Alfredo, con su pequeña figura e
e debe un favor y lo considerare pagado e
r algo de eso agitándose en sus ojos, una especie d
o sonrió con suficienc
ener su caída. Las suyas salieron volando sin una pizca de vacilación. La atrapo, a toda ella, y la arrastro a su pecho. Su delicado cuerpo se acurruco contra él, sus brazos se enrollaron sin problemas alrededor
mune, pero tamp
y dio un
Mateo antes de que su sent
tigo – dijo Alfredo cuando Ma
arrogante y casi se burló. Alfredo Cruz no estaba a la altura de su imperio. No tenia clase. No tenia respeto. El mundo le había sido
dvirtió Mateo de manera directa – Meas reprimida. La dejo ir. Alfredo tenia todo el derecho de
l la rodeo y se dirigió a la puerta. Max y León lideraron el camino con los otros que los esperaban para seguir en estrecha formación a Mateo