No Juzgues La Portada
to desnuda?. Le escribí a Pacita pero por la hora en que lo hice de seguro estaba durmiendo, así que no me quedó de otra que conformarme con ver
uen desayuno mientras miraba a cada momento mi teléfono para comprobar si Pacita había respondido. Cuando me encontraba lavando el plato, después de comer, la pue
iéndola dar un salto del susto al
no... ehm.
é?... ¿Ah?
o del mini infarto que acababa de ocasionarle y se
u papá-dijo c
ntes emitir un bufido. Lo sabía, así que no fue
r de esto-dijo mi mamá
así, y sobre lo demás, en realidad,
z, recomponer esta familia. Él ha tenido mucho tiempo para pensar las cosas y yo también. Creo que es jus
acá?-fue lo único qu
n hilo de voz- cua
gunté ahora girada, viendo
o me estaban dando un tiempo para adaptarme a la idea, pero no creo que contase con mucho tiempo. Asentí y
mi vida, sin querer reconocer que siendo lo más cercano a un padre que había tenido, nunca se había ausentado de mi vida, solo lo desplacé a un lugar donde no tuviese que lidiar con el dolor qu me causaba pensar en él. No quería volver a exponerme a qu
os pasillos. Pasé de largo por el salón donde me correspondía ver clases y me dirigí a paso seguro al refugio que compartía con Marypaz. En cuanto abrí
razarme sin decir nada. Me permití volver a llorar sobre el hombro de Pacita como tantas veces lo había hecho, sin que hubiese podido confesarme con ella todo lo que me ocurría, pero con el alivio de que no me hiciera preguntas para las cua
las clases-le dije, dej
jaré sola
ntes de los demás chicos siempre son un desastre, no podré ponerme
la puerta se volvió a abrir y un hermano francés con tatua
rcó con rapidez hasta donde estaba, soltó su bolso y la comida que traía para darme un apretado abrazo. Lo correspondí con el sentimiento
a vez le escuchaba-. Uno de ustedes deberá quedarse con Amelia,
que abrió la bo
umpiendo a su hermano antes de
puedo quedar con ella-dijo Ga
Yo me quedaré con ella dije-respo
ía acercado a saludarme, ni siquiera me había dirig
odo cuando no los entiendo-dije con la v
el rostro de Gabriel, pero logró recompone
iel tomando mis manos con las suyas-. No sé por qué est
imientos que no debería estar teniendo, pero por suerte, el timbre sonó y la hora de la comida había acabado. Gabriel me dio un beso en la mejilla y se despidió
solvía con una "lluvia de besitos", y eso es lo que acababa de darme. Mi corazón se derritió un poco más por el se
y se dispuso a sacar las suculentas papas fritas y los Nuggets de pollo de la bolsa. El olor tan delicioso y familiar me despert
e!-exclamé
rías- respondió Rámses con su idiota cej
y ofrecerme la bolsa que contenía mis papas y Nuggets. Lo acepté tratando de reprimir la sonrisa qu
preguntó sin un poco de delicadeza
cuestión de tiempo para que se
con este francés petulante y grosero, cuando n
ués de sopesar su siguiente
-salté repentinamente molesta-
hasta el otro extremo del aula. Me subí en el nuevo pupitre que habíamos conseguido y me asomé por la ventana mirando la desolada cancha. Rámses se paró al lado del pupitre mirá
os los dos en tan reducido espacio es que el me sujetase por la cintura y
r a los chicos sudorosos, pe
ers era lo mismo, o esperaba que lo fuese, porque de lo contrario acababa de ser traicionada vilmente por mi subco
el pupitre y extendiéndome su mano para seguirlo. Mi p
y por el contrario entrelazando nuestros dedos, tomó nuestras cosas, abrió la puerta del salón y me sacó a toda prisa, casi corriendo por los pasillos desiertos. N
sonrisa burlona, por lo que asumiré que la noticia a Gabriel no le había caído muy bien. La relación entre ellos me generaba mucha intriga, parecían ser grandes amigos, pero también que tuviesen algunos problemas sin resolver y muchos secretos gua
filada, el labio de abajo un poco más carnoso que el de arriba, sus cejas un tanto gruesas y pobladas, y una pequeña marca en el medio de su barbilla que lo hacía lucir
a conducir con tranquilidad, como si fuese un camino que recorriese diariamente. Cuando los arboles acabaron un enorme claro apareció ante nosotros, no éramos los únicos en el lugar, estaba repleto de autos de distintos modelo
os. Rámses buscó un lugar un poco apar
colocándome a su lado mientras
rato y del que no debe sa
dolescente con problemas de esteroides, que fumaba un c
jo dándome una mir
e aferré a su brazo -fuerte y cálido bajo mi t
susurré mirando con recelo a u
aría consumir
lo que
zda verde, su dueño era un chico de por lo menos 20 años, rubio y del tipo surfista, con los ojos iny
ndiéndole un billete que pagaba tre
e indicó mientras caminábamos de regreso a su auto, como
ra comenzó a llevarme por una orilla, siguiendo un pequeño camino que llevaba hasta abajo, donde una playa rompía sus olas en silencio. Nos sentamos en una roca un tanto mohosa y húmeda. El olor salino inundó mi
en celebraciones, y unas cervezas con unos primos lejanos una vez a escondidas. Di un p
iendo el silencio-¿Qué es lo que hace ta
pregunta, pero sentía sus ojos clavados en
í. Tratando de acabar con la tensión que mis palabras crearon continué-. Este
tico, así que hemos vivido en varios países, en distintas oportunidades. En este estuvimos hace tres años, y fue cuando di
ática?-pregunté terminando
untas, pero no resp
o decir que lo disfrutaba. Era lo que h
inhibiéndome por el alcohol proseguí-. No preguntes como lo sé, per
lla l
mo si ella prefiriese no escucharme, como
palabra clave aquí es "era". Ella
s apretaba su brazo-, de haberlo sabido
francesa, y su nombre s
e me tradujese.-Es un bello nombre-
cluida la diminuta letra "K" que había visto dentro d
rna de su teléfono celular mientras subíamos. La música ahora se escuchaba más fuerte que cuando habíamos bajado y los gritos y la bulla en genera
inente y apestoso a alcohol y sudor-. ¿Qué hace
sa, porque Rámses soltó su agarre d
ate-l
no sabíamos que
zaba a reírse-. Sube al auto-me indicó por
orró de su rostro y alzó su brazo en un puño que estrelló contra la mejilla de Rámses. El movimiento meció el auto mientras ahoga un grito. Quise bajarme pero la mano de Rámses lo impidió. Me dio una mirada cargada de advertencia a través de la ventanilla, c
n mucho menos cuidado que cuando llegamos, haciendo que me
e ignoró-. ¡Rámses he dicho que
un apretando con fuerza el volante. Rebusqué en la guantera del carro algo con lo que sanarle las heridas y conseguí un par de servilletas que me tendrían que ser suficientes. Desabroché mi cintur
un pequeño hilillo de sangre en la comisura de su boca y me apresuré a quitárselo. Lucía enrojecido y un poco hinchado.
omo que no te gusta la violencia y que no deb
gado, no me gusta la violencia, pero él se ganó su golpe-dije respondiéndole la sonrisa. -Por cierto-agregué para cambiar el tema y siguiendo mi pro
¿Po
e dormido en el auto y desperté en mi cama, con mi
bía sido yo el que
ehm...-tartamu
capaz de hacerlo-me interrumpió-pero tú insistist