Más Allá Del Amor, hombre
estilo playero iluminan la mirada de Diandra. Ella va en el auto, tiene la nariz pegada a la ventanilla. Es su primera vez
ron del hotel y, extrañamente, lleva algunos minutos sin pronunciar palabra. Diandra estira un poco el cuello, y ve a
resopla, le entrega Eugenio a su mamá, y enfoca su atención en el camino. Aprieta las manos
o a la playa -pronuncia I
os ojos grises de Langdon se reflejan en el retrovisor, y Diandra desliza su mirada hacia ellos. Sus ojos se cruzan, y la s
e Langdon, y descansa su mano en
-anuncia el hombre quitando
que emana la playa, la insta a deshacerse de sus sandalias para hacer contacto con la arena. Retuer
a. El tubo está clavado en medio de un mesón circular de plástico color negro. Dejan
os colores; igual que las puertas de los baños. Ian se separa, y ellas entran al de damas. Una gota de
rma brusca, lo tiran por ahí. Luego solo se escuchan los quejidos de Eugenio mientras Cánada lu
ra se desvían hacia las cosas de Cánada. En torno a los lavamos están desperdigados productos de maquillaje, e
.
r, y se sostiene con ambas manos de la pared. Cánada se apresura a devolver las cosas a su lugar bajo la mirada expectante de Día. Un ligero temblor recor
hijo. Pero desde que Ian le comentó sobre ella, ya no repara en esfuerzos a la hora de ignor
de su ensimismamiento. Y mientras embute a su cuerpo un vesti
a brisa marina ondea delicadamente su pelo negro, tan oscuro como el carbón en sí mismo. Se alisa el vestido en un gesto nervios
do sostener su fachada de mujer deseosa de atención. Ella solo quiere la atención de alguien, pero ese alguien es
lado. Se vuelve hacia la persona y casi pierde el equi
r bebés es d
us dedos fríos, la pincha en su espalda baja. Diandra se sobresalta retomando su
que sig
desde la orilla, s
mina hasta la orilla. Desde que llegaron el sol se ha afianzado, al igual que la cantidad
elata Diandra-. Y ella ya está to
espeta mordiéndose el labio super
bas cejas. Su comentario rece
stabas lejos de ella -explica encaminándose hacia Langdo
unos años ustedes dos,
mano en la nuca de su hijo, ejerce fuerza y le hace cosquillas. Es el único lugar donde siente tantas cosquillas
pasos sobre el mesón, su padre lo sostiene por debajo de l
odelo. La fluidez al tratarlo es tal, que Diandra hace un gran e
lo-. Ver a Cánada debe tenerlo entretenido. -Euge
n tiene cosas que hacer -Diandra coge las toallas del
pone cómoda, apoyándose sobre sus codos. El salitre que aromatiza la zona, le pica en la nariz, pero no tarda en acostumbrarse. La her
a la ciudad, pero no supo qué hacer, y regresó a casa. Cada una de las veces Ian se encerraba en su habitación, y salía buscar bocadillos al anochecer. A su madre no le re
nquiere Ian quitándole el b
ue la ha llamado. Su celular está en completo silencio. Si ella llegase a contestar, Kil
amadas. -No tiene caso ocultárselo-. Me
spiran c
. Killmer tiene m
o ser quién a
o. Se gira hacia la derecha, y el alivio se reanuda en su cuerpo al ver a Tredway muy cerca de ellos. Aún sosti
tal Killmer te quiere de vue
argado de mantener al novio de Día en secreto, y si alguien
ser intenso a veces
permanece quieta, observando lo claros que se ven sus ojos bajo los rayos del sol. En consecuencia, s
Diandra del trance-. Yi, yi, yiii
en negación. Endereza la espalda, recalcando qu
jo -pide Langdon tra
Eugenio sonríe, mostrando un diente que brilla por su blancura; sigue extendiendo sus manos hacia Ian. Su hermano. Sin mucho más que hacer, él cede u
te suelte -se ríe Tre
nte esa sonrisilla. Agita con disimulo los
n no ha dejado el recelo de lado, pero su ceño ha relajado-. Si algui
la -infiere Diandra,
jer sigue en el mismo lugar, pero gira la cabeza en todas d
Cánada, se escandaliza si le tomas una foto. Cu
dientes. Eugenio ahora está muy
Él aún viste pantalones de mezclilla; parece no importarle. Por la camiseta que se ciñe a sus brazos, la flexión d
su cabello, resaltando el magnífico color castaño de este-. Mi esposa -traga sal
ormía junt
ú -escupe Ian entregándole el bebé a Di
a, y se aleja de ellos. Antes de perderse entre la multitud,
e amago de levantarse, pero Tredway
tiendo -asegura é, repara
expone su cintura, su abdomen llano, y unas piernas torneadas de las que no se avergüenza. El dedo frío de Tredwa
Ella entorna los ojos en respuesta a la caricia, mientras está alerta de los p
obligada
isa socarrona baila en sus labios gruesos. A
peligrosamente a su cuello-, y por lo cómoda que te ves con Eugeni
ace cosquillas al bebé para disi
ahora en la rodilla temblorosa de
u mano en la rodilla, deslizando su pu
-inquiere ella, rem
frenéticamente alrededor de su toalla. Tiene el celular pegado a la oreja, y luego de lo que parece
o correcto -responde e
ancia al asunto. Sin dejar de mira
mprometidos? -ella hace un gesto de fuegos artificiales
se hombre no sepa con certeza quién es la mujer con la que va a la cama todas las
e. -Diandra se olvida de
sido muy vagas. El tono no corresponde a Tredw
ntre sus brazos. Siente un ligero cansancio-. Dime a
stazo. Cánad
por eso no te preocupes
e, Cánada aparece en su campo de visión. El sol su increíble figura
nloquece al verla, yendo en automático con ella-, y a compra
Langdon; desde que llegaron lo ha tenido alejado de ella. Es
ndose-. Yo iré a buscar a Ian -recoge
nte, tersa y jugosa. El short que lleva deja sus piernas descubiertas, unas bien torneadas. Y las ligeras motas blancas en su
aliva, retom
s tenías cuan
ar reventándolo a llamadas. Eso es seguro. Diandra vuelve a mirarlo. La tranquilidad que surca sus ojos es... tan sencill
la lo haga. Entiende el mensaje-. Mi esposa tenía todo bajo contro
o su vida por él. Éramos igual de jóvenes,
lata. Ella no puede imaginar lo duro que
playa -comenta, recordando que, cuando comenzaron a vivi
es accidentales. Las personas del Distrito Diez parecieran ignorar a los turistas. Sin embargo, para evitar chocar de nestán ocupados buscando a Ian.
ué hacer para que se sintiera cómodo -rela
rse a lo que fuese. Como si supiera
mientras recuerda que él ya no es el mismo. Que ha hecho cosa
o -susurra Tredway apr
ce una pregunta que lo
cuesta menos hab
n -Langdon se aleja d
renéticamente. Su ojo derecho tiembla, y con gr
lorar y sus cosas de bebé están junto a él -exp
no es pálido. A unos cuantos metros, una de las sombrillas que están dispersas por toda la playa, están las c
a su pecho, arrullándolo. Sin embargo Langdon le dice que él puede hacerlo y, muy renuente,
ero ninguna es ella. Langdon le informa al personal que una mujer se ha ido. Ellos lo manejan de la mejor manera, yendo de
pretada. Diandra e Ian van detrás de él cuando entra al elevador. Su pie da contra la superficie metálica
ión. La cama está desordenada con algunas cosas sobre ella, el suelo está lleno
gdon frotándose las manos-
la se adelanta y nota que hay algo fuera de lugar. En el lavamanos, una carpeta marrón es humedecida por
ato una de las diferencias más notables. Ella entorna los ojos. La deteriorada es, lo que presume es una c
n dato que la sorprende, pero no tanto como el de el picaporte. La voz de Langdon la sobresalta más, y se
e queda de pie en medio de ellos. Desplazando sus miradas desde un muy
samiento si Eugenio
es hijo d