La princesa rebelde y su guardián.
puesto uno de esos trajes que tanto odias, y por si no te habías dado cuenta, nos vienen escoltando 6 camionetas. Entonces, tenemos que ir a un restaurante elegante"
para cultivar su cultura seria todo un desperdicio. Lo que no le gustaba era que se le exigiera utilizar ropa que no incomodara a los demás. En ese momento, toda la ropa de la chica era de color negro, y como su maquillaje era del mismo tono, su piel blanca hacía un evidente contraste. Unas botas de casquillo, unos jeans negros con ligeras roturas en las pi
an a dejar entrar al restaurante. Además, en esos lugares no sirven comida para
ro lo más importante era que generaba fuentes de empleo para las personas que se encontraban en situaciones vulnerables. La chica no se sentía cómoda despilfarrando dinero como su familia y conocidos; si tenía que gastar, debía ser una inversión que le brindara a la comunidad un bien común. Leopold, el hombre que llevaba más tiempo sirviendo a la familia Granth, educó a Vanessa para que fuera una mujer que ayudara gustosamente a los demás y no se preocupara solamente por cumplir sus caprichos banales. Ella tomaba cualquier empleo que le fuera pos
lujo que la gran mayoría de los diseñadores desechaban por no cumplir con sus expectativas. También las conseguía con sus vecinos adinerados que renovaban guardarropas enteros por los cambios de tempora
astante desgastada, Vanessa dijo: "Es aquí. Hermano,
lemente le asintió con la cabeza y le hiz
nte apareció tal como lo había prome
de plumas negras con angostas líneas blancas. El vestido le llegaba a la altura del muslo, pero para evitar ser demasiado reveladora, Vanessa se puso un par de medias negras que cubrían la piel de sus piernas. Sus hombros estaban cubiertos por una pequeña capa, la cual medía no m
son los que deberías vender en nuestras tie
la Corporación Granth, pero los mejores solo se fabrican en mis talleres", le respondió la chica. Aunque ella mantuvo una postura
tornó sombría. "Vanessa, te voy a dejar aquí por un momento. Ya sabes, asuntos del trabajo", acto seguid
y su perfil solo lo utilizaba para subir las imágenes de todos los lugares que visitaba, fuera en alguno de sus diversos empleos o en los eventos sociales de la gente acaudalada; había una foto de los baños del bar 'El Cerdo Bonachón', la sala de estar de una enorme residencia, un mercado callejero hirviendo de gente, una fiesta de máscaras en un castillo medieval, unos perros robando comida de un pu
." la canción seguía sonando mientras la chica a
re las nuevas noticias. ¡No quiero lidiar con ese monstruo! ¡Ya me jubilé por amor de Dios! No quería volver a lidiar con estas estupidec
utas de esta ciudad. ¡Ah! Sin olvidar a todas esas mujeres que se aburren de estar solas en sus enormes casas y no se les ocurre una mejor idea que llamar a Frederick Granth para ir a revolcarse a un motel de paso. Ten
arecer, ya hicieron la primera jugada. Creen que no sabemos nada, pero estamos más que preparados. Dejemos que primero se destrocen entre ellos. De hecho, dos nos vinieron siguiendo.
ó hacia la camioneta y abrió l
déjala rockanrolear...", la música tenía el volumen al m
la llamó después de ba
rata de no herirlos mortalmente", el hombre hizo una breve pausa para mirar la reacción de su hermana, pero al notar la determinación en sus ojos y la fuerza con la que apretaba los puños, él continuó: "En la familia están pasando demasiadas cosas. No śe si ya te hayas dado cuenta, pero tú estás en medio de todo esto. Por un tiempo no me verás tan seguido, pero lo hago por tu bien. Hermana, sé fuerte. No para
en su vida, pero la última advertencia de su hermano la dejó completamente para