El legado de las reinas
tro, tocó su pierna. Tratando de enco
amor. Recuerda, so
iese remediar y guardó silencio. Su vista escapó por la ventana del auto, escudriñando el paisaje a su alrededor. La propiedad era enorme. A ambos lados del camino se alzaban sendos ár
rgaba una luz perfecta, pero no se lo dijo a Rafa, cuyo rostro r
curiosa verja blanca, que parecí
or supuesto -pe
de sus grandes rajones hacia una enorme palangana de mármol. Detrás nacían tres escalones de piedra, custodiados por dos leones con la
Rafa y se bajó, cerrando la
e la puerta, aun sentada en el coche. Él llamó a
gritó con to
e se le hizo eterno, apoyando la fren
? - inquirió l
an, Rafa apretó los párpados, como si le dolie
afael Cá
se abrió d
dándola a salir del coc
ró ella al verlo irse
rá de eso cariño, ven
puraba excelencia y poder. Para Rafa la entrada a aquel sitio era todo lo contario. No había regocijo o fascinación, solo los
ió antes de que él naciera, que había perdido a su madre, cuando era pequeño, y su abuelo lo había enviado a un internado. De seguro la casa le recordaba a el
erpo lo impulsaba a huir, pero no lo hizo. Puso la mano en la cintura de Alice y la acercó hacia é
te - le sus
ergió desde una puerta lejana, acercándose a ellos,
extendiendo su mano hacia Raf
sobre usted, de boca de su difunto ab
e hacía muecas a Rafa, quien acab
, sin duda un hombre extraordinario, lo extrañaremos mucho. - continuó e
está enfe
l luto que expresaba, sin embargo, solo h
con respecto al testamento y las propiedade
d era? - p
- Yo soy Gustav, he sido el mayordomo de la casa por diez años. Creo que
raba como si viera un enemigo mortal. Pareciera que toda la situación fuera a estallar en una pela muy desagradable de un mo
malgastar mi tiempo. Quiero
malas maneras intervino en la convers
o, la mantiene usted muy bien cuidada
volvió h
ijo tomando su mano y besándola a la vieja
aún más cuando conozca su interior. - volvió hacer una r
es amaderadas, las escaleras del mármol que se extendían en el centro del salón
con dificultad. Como el niño asustado que alg
na sonrisa torcida y un susurro
usted en casa, s
ras en gigantescos jarrones de porcelana. Rafa comenz
os- no necesitó ver su rostro para confi
ido especialmente que les preparen la habitación de su abuelo.
ojos de Alice, pero él no podía imaginar nada peor que tener que
antigua habitación. -
o seño
e no. - dijo a
, nunca lo había visto ta
n perfectas condiciones. Como bien debe saber, nuestras muc
redes. Cada uno representaba un individuo diferente. Todos eran hombres de miradas penetrantes, vestidos de negro, sujetando la misma daga. Encontró curiosa