El legado de las reinas
van dos tazas de café y algunas tostadas con
las tazas, desde una jarra de porcelana y encontraba aquella idea t
nfuñó Rafa dando un golpe en la mesa que estremeció tod
os enormes puertas de vidrio, finamente nevado. Él se volvió hacia ella co
¿Por
áceme anda... por f
dió y se cubrió el r
ura y poco a poco f
es abrirlo
más hermoso de esa casa, y no necesitaba ver el resto de las habitaciones para confirmarlo. Le
camino de grava que se extendÃa e
erno, hasta el blanco más puro. La grava crujÃa bajo los pies de Alice que caminaba mirando a su alrededor extasiada. El aroma que emanaba de las flores i
besándolo
jo al separar los l
- Pronto estaremos fuera
las chicas de alta sociedad que creÃa serÃan "más apropiadas" para él. La amaba con toda su alma, y sabÃa que no existÃa mujer mejor que ella, con su carác
l hecho de estar de vuelta en aquel lugar, e
rando el jar
era el lugar favo
cho de ella - contestó Ali
páginas de todo lo que pudiese encontrar, a veces parecÃa más a gusto entre las letras de un libro, que en la realidad que le tocó vivir - sonrió con nostalgia. -
ue era una gran madr
or. - bajó la mir
icho, ¿cómo murió
de Rafa se
r de ese tema - dijo
Rafa tomó una de las rosas blancas con cuidado, y regresó al lado de su amor, poni
ervilletas elegantes. Tan pronto como los sirvientes desaparecieron Alice y Raf
infancia, pero eso no le importaba. Deseaba que se abriera con ella, y le contara todos esos recuerdos que lo afligÃan, saber su historia. Las razones por las que a veces miraba al vacÃo en completo silencio, o porque lo despe
eno. Ella sabÃa quién era, no necesitaba nada más. Su esencia, la forma más pura de su alma, estaba desnuda ante sus ojos en aque
los malos y buenos recuerdos, el mayordomo, y los papeles. Solo existÃa para él, Alice, con su cabello revuelto por el viento, y la rosa blanca. Para ella