Andrew Reed
rew
el asfalto de las carreteras australianas. Llevo aquí poco tiempo,
maldito
os, arrancándome una sonrisa. Nada como el amor a la
ciudades, más aún las capitales; demasiado asfalto, demasiada gente, poca naturaleza. Con un est
os estoy ha
ovia. Alexa es una conquista interesante, aunque demasiado terc
das, y eso suele incomodarme, casi tanto como su m
do, haciendo chillar el motor y at
¡Realment
guir pasar y el acceso a las escaleras no es difícil -no me gustan los ascensores-; unas cuantas
lo hemos hecho mejor
, pero no he tenido la oportunidad ni las ganas de cui
n tres. La satisfacción pura me invade. El ardor del esfuerzo, el dolor en
o al hombro. En el piso superior no hay ruido, pero la puerta que tengo delante es
da vibración, cada respiración, cada sonido que puedo discernir, pero nada.
o rápidamente hacia el pasillo, empujando suav
lo da a la rejilla dorada del ascensor y a
a que est
apartamento ocupa toda la planta, y se supone
debió estar abie
a pesar de mi complexión de cavernícola. La habitación está finamente decorada y perfectamente ord
es antinatural. En guardia, con la pistola en las manos, subo el primer escalón de la escalera
ja que vuela directa a mi hombro, decidida a
atacante. Con un fuerte giro en sus articulaciones, le obligo a soltar el cuchillo de carnicero con el
a queda presionada contra la pared de yeso, con los músculos tensos por el dolor. E
tame b
eño cuerpo de mi atacante. Un culo para condenar a un santo a la perdición está clavado justo en mi sexo, y aprieto
ón de chocolate. Y la furia sale disparada de sus ojos, al igual que la sangre de su boca. Sin pestañear, desprovista del miedo que he vi
on un movim
su barbilla, con los dedos cerrados en puños compactos. Espasmos secos recorren sus mús
, una sonrisa se di
to ju
mi apartamento. Apenas parpadea. Su cuerpo está agarrotado por una mezcla de terror y combatividad. Por no dec
tú, ese imbécil,
cio. ¿En qué problemas me ha metido
rma de recibir a u
entras espera el momento adecuado para lanzármelo a la cara. ¡Me gustaría ver eso! Pero
nico me e
a delante, con las manos extendidas hacia mi arma. La agarro del b
quila,
proyectar sus afiladas garras hacia mi car
ohibido, sacudido por
o? ¿en
endo los pensamientos no tan profesionales puntuados por las nalgas desnudas enrojecidas por la for
e callas y me dices por qué me saludaste con un maldito cuchillo de
el tono mordaz de mi voz. Después de nueve horas con mi trasero
sorpresa. Su boca se abre y se cierra como una carpa. Pero lo
os que se había quedado pa
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�😈 y ¿qué le habrá pasado a Ca
que la historia lleg