Andrew Reed
rew
egundo. Con los ojos arrugados por la ira, detallo su delicado rostro. Un corte sangriento le desgarra el labio inf
frío recorre su columna vertebral. A pesar de su aparente espíritu de lucha, la morena apesta a miedo. Censuro mi deseo de atraerla a mis brazos, de entra
nes so
a rosa, como si estuviera hipnotizado. Su mueca de dolor me retuerce las entrañas con mano de hierro. ¿Qué bastardo se ha atrevi
scupe palabra tras palabra. Su precaria calma acaba de romperse. Tiene tal flujo de p
or el sol que termina lentamente su curso en el horizonte, me pregunto si es solo un apodo, si se lla
definitivamen
ina, en el centro del salón, colocando mi bolsa en la mesita de cristal que
to mejor se pone, más sube de tono, animando el dolo
isfacción. No es que no me apetezca verla con unos cuantos golpes hábiles en su culo en forma de coraz
o cuando por fin deja de hab
haz un esfuerzo y sigue respirando, ¡n
alfa le cuesta aceptar que una pequeña morena, apenas más alta que un enano, pueda cuestionar mis habilidades militares. Yo me enlisté en el ejército cu
, cariño? -susurro mientras estiro
iene los puños en las caderas. El fuego ardiente que la anima me arranc
favor a Holt, pero desde luego no v
que te pones para ocultar tu incontinen
a en sus hombros. Allí está esta repentina fragilidad detrás de la ira que me está lanzando. Esta peque
je de hablar, se derrum
nto si realmente debo interrogarla a fondo ahora. Su testimonio sería fresco e instintivo, pero temo
n. La vista es magnífica con esta puesta de sol. Hace tiempo que la naturaleza australiana
er su parloteo. Con toda la delicadeza que puedo reunir, rodeo cada uno de sus brazos, obligándola a mantenerse en su sitio. Su nariz se arruga de rab
r qué no te vas a la cama, antes de que empieces a decir m
posible por quedarme quieto, con el rostro desprovisto de emoción. Finalmente, tras un minuto, asiente con la
si no estuviera tan agotado, podría haber apreciado más su cuerpo. El cansancio se abre paso en mis músculos. Después de horas
la escalera que lleva al
lant
de que yo no saldré corriendo en cuanto me dé la espalda, sube
ucho el sonido de sus pies descalzos sobre el suelo de baldosas, y luego el sonido
humor. Durante semanas, he estado cruzando el globo, misión tras misión, de un lado a otro. No recuerdo la última
aspecto de mi barba, estoy apostando
e que rechace esta misión. Por muy agotador y tentador que sea... Más vale que aproveche los po
enorme cuerpo. El lujoso mueble es lo suficientemente grande como para poder tu
me iré con el sofá bajo el brazo. Y
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uieres meter entre las