Prisionera de Vlad Sarkov
taba segura que tenía en frente y fue deprisa a hablar con la señora
linda. Habla con él por tu finiquito -dijo la mujer, que seguía
tos. Y el peor de todos era el tal Vlad, que la despedía sin motivo aparente. Lamentaba pensar que Inge
tado. Con sólo cinco días de trabajo, si la hacían devolver la paga estaría en problemas. Había deja
uié
os del cuerpo, tan serena mientras h
. Sam
a ninguna Sa
engua para no decir
maestra
bría querido agregar, pero no podía. Tendría q
dijo el energúmeno y la bilis se
tiene ninguna -pidió, con
unto tuyo
spito desierto. Inhaló profundamente varias veces, calmando sus ir
ar con usted sobre el finiqui
aneció de pie en el umbral, no quería hacerlo enfadar como la primera vez que entró allí.
endo en ganas de gritarle, pero incapaz de interrumpirlo. Pas
hí? ¿Esperas
nte. Incluso le ordenó que tomara asiento frente a su escritorio. Vl
un mes por adelantado y quieres
nrojadas-. Lo dije para que pudiéramos hablar, no qu
ella esquivaba sus ojos prohibid
-acusó él-. Eres incapa
e hombre era como subir a una montaña rusa. Lo que estaba mal en un momento podía volverse esenc
que he hecho un buen trabajo, Ingen está progresando mucho, incluso parece más
n y ella lo miraba a los ojos con
innecesaria. Conservarás el dinero correspondiente al fini
a. Sentía que estaba parada en el bo
l dinero -mintió, enc
ble frente de Vlad, al tie
a la policía -se
lanzó sobre el escritorio para frustr
estuviera mirando a cualquiera y ahora osaba a tocarlo ¿Quién se creía que era? ¿Cómo su
ue necesitaba
antha, notando que, en su desespe
do los papeles que había d
on su dinero, sólo le pido que me de
onseguir un trabajo nuevo y tendrí
e y Samantha sonrió aliviada-. Pero Ingen volverá a la
tuvo de la sill
multiplicar? -Se atrevió a bromear,
se diluyó con una su
ligeramente los ojos, lo que le dio una apari
sta la mitad de los muslos y aquello la incomodaba un poco. ¿Cuál era el sentido de que fuera tan corto? Lo peor era el pequeño delantal blanco con encajes en el borde que llevaba encima. Se veía c
do al miserable de su nuevo jefe. En cuanto abrió la puerta, el iluminado pasillo
un
taba algo o esperar a que él la llamara, después de todo, le había pedido su número. Al
ota: Trá
favor, qué más po
café y partió a llevárselo. Se detuvo en el umbral del despacho, sin saber si debía dejarlo en el mueble donde había dejado la carpeta o lleva
co minutos es lo máximo que esperaré por
ero agradeciendo que no
la taza goteará cuando la levante, manchand
ue traerla desde la cocina y subir por las escaleras, p
ndo el atuendo que llevaba y el l
r que cometas se te descontará del su
ha, que ahora cruzaba los dedos para que a su
Rápidamente tomó su teléfono-. Hola, polic
o no! D
tando frustrar la llamada con el co
te veneno
ió ella, sin dar crédito a
un patán,
café no tenía nada malo,
reprimiendo una mueca de asco
, se lo serviría en el despacho para evitar que se chorreara la taza. Agregó también un platillo con unas ricas galletas que
tud para que el pulso no le fallara y ninguna gota corrompiera la pulcritud de la taza y el platillito de
inundaba cada vez que él la ignoraba como ahora. Esperaba que el tipo se
llamó tí
ió igno
evidente, retorciendo con furia e
las nueve -afirmó él, sin arrugar un músculo de s
os. Inhalando profundamente volvió a meter todo en la bandeja. El aire salía con violencia por su nariz y boca, como si fuera un caballo. Cuando
ndose completamente indefensa a merced de ese hombre impredecible. Sintió cómo inhalaba brevemen
esto -l
lantal con encajes, liberándola así de su breve, pero tortuoso secuestro. Al menos así lo
yó que seguir trabajand