Por siempre mía
a quien tenía la desgracia de n
e la detuvo justo cuando ella iba a lanzarle una pi
, son niños y no s
madre e
sus casas, si se debe castigar a alguien por
n una pequeña casa modesta que era propiedad de Don Federico, dueño de una de las ma
18 años y, pese a ser como la mayoría de la gente del pueblo, pobre y sin demasiado para vivir, no era igual a ellos, al menos no físicamente, ella tenía los ojos azules y una piel demasiado blanca y su
er quién era su padre, y no solo eso, también le molestaba lo que los demás decían de su madr
su madre y al patrón en una actitud inadecuada o demasiado cercana - Él ha sido muy bueno con nosotros, porque es una persona buena y nos tiene lástima, por eso nos dio esta pequeña casa y trabajo en la hacien
lsas y así poder llegar más rápido a la hacienda. Además, tenía curiosidad, ser
impaciencia le podía, comprobar si aquello que decían era cierto, pero también había una parte de ella qu
, ni siquiera tendría el valor para reclamarle nada. Magdalena era una gran madre, mejor que muchas en el pueblo, trabajaba desde el alba hasta el atardece
ina, la mantuvo ocupada todo el almu
la comida a los patrones, solo un año más Josefina, sol
os platos del almuerzo en el gran comedor, Magdalena se
mpo recogiendo. - Debes dejar limpios los trastes antes de
ogió todo saliendo de la casa grande u
rse del paisaje a su alrededor, de ver cómo el gavilán buscaba la manera de tomar entre sus garras alguno de los pajarillos que regresaba en ese momento con el pico lleno de insectos para sus crías, o el sol colándose entre las copas de los árboles, que al moverse creaba interesantes figuras en el camino
pre debajo. Tras la camisa, lo siguiente que desapareció, fue su falda larga e igual que con
en las trocas del rancho y dirigirse al río o la playa, para ella era lo mejor, e
había en las orillas, columpiándose hasta tomar la suficiente velocidad, dejándose caer a mitad del lago, haciendo
, también atrajo la curiosidad de alguien más que como ella
ededor, atraído por el ruido de una risa y que sumaba al ruido del agua agitada
trabajadores de su abuelo era el que estaba nadando, la vio. Saliendo del lago confundiendola con una ninfa, porque eso debía de ser, no había otra explicación, la tez de la ninfa era blanca, y
res; sin embargo, el sol, ya empezaba a guardarse, no era conveniente estar ahí hasta tarde, no solo se
das se amoldaban a su cuerpo, el cual ya n