Entre dos mundos.
im
enero d
ios, el Clemente,
o hijo
a pesar de parecer una eternidad. Tus hermanos pequeños y
él, de quien estoy seguro guardas pocos, pero intensos, recuerdos, conservó y leyó a menudo las cartas enviadas cuando empezamos nuestra aventura en España hace diez años. Fueron cartas escritas desde el corazón, mezcla de añoranza e ilusión, en total doce, una enviada
mi padre y yo. Desgraciadamente, de todo el fajo de aquellas cartas guardadas con recelo, ahora poco queda. Después del incendio y de la tragedia casi nada se salvó de las llamas, solamente una de las cartas que en esos momentos no estaba con las otras, también un reloj y unos pocos libros. Una chispa de un cortocircuito alimentada por una ráfaga de viento y un puñado de maderas viejas y carcomidas fueron el inicio del desastre, luego el fuego llegó a unas bombon
s a ver, que el mundo occidental tan atrayente y persuasivo te mantendrá entre sus brazos y que poco a poco te alejará de nosotros y de tus raíces. A veces soñamos despiertos con la idea de que te casaras con una chica de las nuestras. Tú ya sabes lo que quiero decir, una de aquí. El sueño solo es el reflejo de un inocente egoísmo, porque sería la manera de tenerte siempre a nuestro lado. Aun así, ya sabemos que harás lo que creas correcto, y de la misma manera que aceptamos tu decisión de quedarte en España aceptaremos el destino que te vayas marcando. Ha sido duro dejarte en España, para nosotros todavía eres un niño. Siempre te consideraremos nue
osas he callado...! A tu madre no le gustaban las normas que sus padres le marcaban, normas muy diferentes de las que regían las vidas de sus hermanos. Se resignó cuando le mandaron casarse con un desconocido. Hubiera preferido escoger ella, pero no podía desobedecer la autoridad paterna. Al final, una vez casados, tu madre, quien rara vez se ha comportado de manera callada y sumisa, consiguió cambiar alguna parte errónea de mi pensamiento, y en estos momentos, cuando demuestra saber qué quiere y esa decisión frente a todo es lo que más me gusta de ella. Me apura hablar de estas intimidades contigo. Son cosas personales de las que
ero cuando llegaste a este mundo todo fue diferente. Desde el momento en que te cogimos en brazos se acabaron las dudas, ya supimos con certeza lo que queríamos y lo que pensábamos. Mirando cómo tus ojos nos miraban adivinamos cómo teníamos que encarrilar tus pasos. A partir de ese momento ya no nos importaron las opiniones críticas, nosotros tres ya éramos una familia. No sé qué recuerdos puedes guardar en la memoria de tus primeros cinco años viviendo en el pueblo, posiblemente pocos. Seguramente no te diste cuenta de cómo nos creamos una burbuja para protegernos y cómo nos mantenía aislados a lo que decía la gente ajena. Tal vez recuerdas cuando tu madre demostraba una fuerte personalidad y dejaba oír su voz. Te puedo asegurar, y esto no te lo he querido decir nunca, que este carácter no gustaba ni al resto de mujeres ni a los hombres. Todo el
España pronto iba a iniciar una nueva etapa política, que daban por seguro beneficiaría a todos. Y así fue. A
da, hemos decidido volver y aquí estamos de nuevo, pase lo que pase. Fue una decisión hecha a conciencia, meditada, consentida. Después del accidente, lo tuve más claro porque me sentía en la obligación de estar cerca de la madre que me había criado y así poder ayudarla a superar la tragedia del
los dos, tu madre y yo, que sea así. En la capital se respira un poco más de modernidad y avance que en las zonas rurales. Sin embargo, ha surgido un inconveniente. Ahora le pido a tu abuela Sara que viva con nosotros en l
ero no te precipites, hay tiempo para decidirte. También he de decir que me gusta la perspectiva que te has propuesto. Yo tuve que luchar con mi padre para hacer unos estudios y conseguir un título. El título no lo he utilizado nunc
o te falte nunca. Tienes que estudiar, España no es Argelia. Todos los jóvenes estudian y en las empresas cogen a los me
falta. Además, quiero que mantengas viva la lengua con la que nacimos; que no la olvides. Mientras vivíamos juntos, hablabas en árabe a la vez que te enseñaba el castellano y después el valenciano. Pero ahora que no estamos contigo, ¿co
parecía Valencia, y no iban desencaminados. Encontré una ciudad más moderna que cuando la dejamos diez años atrás, con un ambiente casi más español que árabe, con mucha animación y bullicio. De lejos se veía el castillo nuevo, ya sabes, la ciudadela construida por los españoles. También la gran mezquita de Pachá se mantiene perenne en el barrio español, construida para conmemorar la expulsión de estos de Argelia. Me entristece pen
os ojos nuestra marcha a España. Algunos me consideran un traidor de Alá y de sus creencias. Hay quien dice que escapé para esconder la falta de sumisión de tu madre. Otros afirman que quería renegar de Alá. Nada más lejos de la realidad. Me fui, nos fuimos, para huir temporalm
rasada de nuestro pueblo ni de la familia censuradora a la que pertenecemos. En estas cartas irás descubriendo la Argelia que a veces no resulta tan idílica como quisiéramos y de la que nunca
de contarte cara a cara y que formará parte de un legado para ti y para los futuros que serán tuyos. La carta de
jos y que si quieres escuchar nuestra voz solo
sar de hacerse la valiente, desde principios del pasado diciembre cuando nos despedim
ss