Lealtad y Sangre
us pequeñas princesas jugando en el mar, aun así, aquella tarde, cuando salió con su copa de vino para sentarse en uno de los sofás, mientras Chopin sonaba en los alta voces, no las vio, no se veían p
asaron otros veinte minutos en los que no había podido relajarse,
, por los alrededores, nunca encima de él, pero siempre lo suficientemente cerca para apare
queño control remoto que había dejad
cido de que algo no estaba bien, se puso de pie y buscó bajo
os hacia el exterior, estaba escasamente mejor desde la última paliza que él mismo le había dado hace solo unos días, pero estaba libre, llevaba pantalones nuevos, su torso descubierto y en cima una chaqueta del traje, como si se hubiera vestido recientemente, nada más salir de la celda, probablemente era así, porque se seguía viendose algo sucio, las manchas de sangre seca
io otro p
ervida por su anfitrión, dio un sorbo corto mientras le mantenía la mirada al mayor de los primos, Amato,
imo menor cuando otra figura, conocid
se de forma estoica junto a Adriano, varios hombres
ni siquiera le devolvió la mirada. Lorenzo no se mostró temeroso por mucho que sabía, cuál sería su final, si no pensaba con rapidez, seri
tomo el arma que sostenía Luiggi en su mano y apuntó hacia una de las piernas de su primo, Ad
le devolvió el arma a Luiggi.-
ear y levantar la mirada, llena de odio, haci
piendo con rabia cada palabra- ¿Tus padres? Muertos en la
a de Lorenzo, en un rugido de dolor
hasta quedar apoyado en uno de los sofás, sentado s
pócrita considerando su rubro de trabajo, pero aun así, Luiggi siempre se había encargado de que sus putas tuvieran los cuidados básicos y jamás toleraba una agresión hacia ellas, no importaba lo poderoso que fuera el cliente, debían esperar a sus mujeres o morir por su ma
magen puesta en su mente por el c
de emociones que lo golpeaba, él nunca se dejaba invadir por aquellas, pero había estado tan desesperado, tan asustado, Perderla... Acabaría con la razón de su existencia, su cordura y su clemencia. Sin su pequeña bola
ó los escalones de madera de la terraza y se dejó caer de rodillas jun
de su mujer por sus homb
Preguntó él y Roselin b
final de la playa. - Dijo ella con la v
avanzaron hasta ella, que se resistió a dejar a su esposo en el suelo, pero frente a los fu
o llenó de incertidumbre, un dolor y rabia desde sus entrañas lo i
ió lleno de rabia ha
ó, otro grito de dolor cuando su
ntre lágrimas, cayó de rodillas hacia el
ra ley, Rosselin. Según me dijiste,
familia ahí. Toda la rama de nuestros primos menores, muertos, y
nto, su pequeña bola de ira era una fuerza imparable, había sido criada en el ceno de su familia, no sería
enzo- Dijo Adriano de rep
ente.- Tú no tienes hijos, yo no he mata
zo pudo ver que no tenía opción, no tenía escapatoria, su mentón tembló y su rostro palideció, él no lo sabía, ¡Ni siquiera había estado
trataba de soltarse inútilm
Era un ruego, uno desespe
¿por sus hijas? No existía absolutamente nada, qu
puesto, si era necesario, nada podía detenerlo, pero nunca había sido una experiencia grata y dejaba un molesto malestar por días en su poca consciencia. No quería
or de su chaqueta sobrepuesta en su
oselin rompió en llantos de agradecimiento.- Pero no te puedo
re!, ... ¡Adriano!
ente, cansado de los lloriqueos de aquella mujer, alguna vez habían tenido la lealtad del otro, ahora, estaba dema
Mis hijas necesitan a su madre, prométeme que cuidara
á a tus hijas.-
a respiración, obligó a su muñeca a cruzar su garganta de un lado a otro, la sangre comenzó a fluir desde el corte sobre su piel, manchando la pulcra camisa blanca en un h