El infierno de los Sarkovs
ron al promedio del último trienio en cinco puntos porcentuales, con un error de 0,0002. La ca
junta decía. Llevaban allí dos horas, que no era nada comparado con otras reuniones que habían tenido. Se so
y refrescante, justo lo que él necesitaba. A
icionado -le susurró ella, volv
spechosa le parecía a veces, tan im
bes cubrían el cielo, arremolinándose en la neg
nión terminó, sa
ré por usted -le dijo uno de los guardi
rar ¿Lo harás p
penado, se h
ia a veces era
alorado cuerpo. Se estaba quemando, tal vez le daría gripe. Y sí, llovería. Olía la h
n pato? -s
bien podían ser lagunas, espejos de agua. Eran dos, a cada lado del ca
éfono
o Vlad ¿dó
a, todos los mensajes eran iguales. Su
. Déjame en paz
na mega ciudad tan bulliciosa y carente de espacios naturales como en la que
ejaba, espantado. El animalito no alzó el vuelo, permaneció allí, pese al ruido, al aire contaminado y a las moles de acero que se erigían donde una vez hubo sólo árboles, él se
puestas en una cabeza que parecía haberse quedado en blanco de la nada. Miró para todos lados. No había nadie cerca salvo un pato. Una fina llovizna comenzó a caer y él no era un pato, de eso es
hasta que Markus logró hallarlo. Estaba al otro
más de cuatro patas -dijo Vlad, reclinado en e
Sarkov luego de pasar una semana en la clínica. Allí
darán lo que usted
ontón de escombros con los que debía construir un pasado,
tana vio a lo lejos un niño corriendo. Markus le había dicho q
no estab
mujer que está con mi
hofer, intentando distinguirla a la distancia-.
entes, así acabaría también su hermano, convertido en uno igual o peor, presionado co
me fui. Es tiempo de corregirlas -a
u viaje? -preguntó su
un esclavo, junto a una decena de inmigrantes chinos ilegales, eran unas vacaciones soñadas, si hasta había disfrutado de la be
o él, esquivando el abra
había dicho. Recuperaría los recuerdos de base, así los llamaba él, pero los que
imagen mental que se iba dibujando en la bruma tras sus ojo
ebía sentarse. Como nadie lo vio con extrañeza confirmó que había acertado
os y esos ojillos negros que parecían estar mirándolo le revolvieron el estómago. Cerró los suyos unos instantes. La agria pestilencia que reinaba en la bodega del barco camaronero inundó su nariz, como si siguiera all
su vino y usó el
de ir a la escuela? -cuesti
olvería a clases, a un ambiente social normal y le
o lo dejó
ella-. ¿Te ha gustado la langosta? Las traj
su perversidad natural. Aquella sonrisita tenebrosa que disfrazaba de dulzura era un vestigio de su goce, de la fascinación que sentía al atormentarlo. Ella sabía perfectamen
jer como última instancia para seguir reteniendo al pequeño en casa cuando
lo convencía de que era correcto abandonar la escuela, as
ngen debe hacerse fuerte. ¿Qué es esa mierd
otro modo, no para sobrevivir en aquella familia donde la fel
✿
n de su despacho. No iría al trabajo, no sin antes estar seguro de quién se suponía q
enemos en la empresa? -le pregunt
la menor idea, creo que h
sobre sueldos, vacaciones y beneficios de los que gozan nu
iguos en su despacho, puedo busc
ares para trabajar. Antes de que termine el año quiero que estemos en el pue
y parecía con más entusiasmo que nunca, tan intenso, tan avocado a su trabajo. Era un o
sos documentos. Pediré que r
sticas de empleado
claro, q
o dejar la marihuana, el hombre había adquirido una conciencia ecológica que lo hizo implementar una serie de medidas para volver a la empresa en una sostenible. Aquello les había valido el reconocimiento de numerosos medios, tanto nacionales como ext
carpeta azul de la que le había hablado Markus. Allí estaba, con todas esas personas que debía recordar, con todos sus secr
ida reinaba un caos mucho peor de lo que imaginaba. Por instantes, deseó vo
mo, aquellos recuerdos de su estadía en alta mar se sintieron lejanos y
ndo la carpeta azul baj
a y tecleó la combinación de la cerr
re le envía esto
! -le
ar a su despacho, a su fortaleza, a su bodega de... de lo que fuera. Y le hablaba
da a mitad de dar un paso, tambaleando para no caer. -Y encima
con la niñera criminal había sido amable. No cometería el mismo error dos veces. E
n a su cabeza, ellos lo miraban con la misma curiosidad que ella, sin saber si era seguro ace
uerta y lárgate -ordenó, volviendo la vist
y sin dejar de mirarlo también
ando Samantha estaba por cruz
da como el mejor lugar para trabajar, no su casa. Tal vez debía involucrarse más en las contratac
alquier ser humano racional y decente, volvió s
de desinterés. No le iba a dar má
madre me pidió que le traje
que servían en la mansión. Vestía como una pueblerina, d
Entonces q
cargo le confiriera algún tipo de inmunidad al
idea le resultó perturbadora. Supuso que, poco a
ndo a mirar su computador
escuela y él no tendría que volver a ver esos ojos de cervat