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Un contrato para amarte (Casada con el CEO)

Capítulo 3 Te vas a casar.

Palabras:1305    |    Actualizado en: 02/05/2023

ojaba. Ayme llegó a casa de la universidad y se vio obligada a prepararse para el café, definitivamente fue ridículo para ell

istad por orgullo suyo. Por mucho que todo le moles

nida a los invitados en la puerta-. Oyó d

respiró hondo y salió, matando a su madre tres veces en sus pensamientos hasta qu

jo la nueva esposa d

dama, quien notó la sinceridad de la niña, aunque la educación era solo casar a su hijo con ella. De hecho,

s -Ayme acaba

ón y ella era el valioso recipiente. Deseaba poder decirles a todos que no se iba a casar con nadie, pero si

ie más entró, salió por esa puerta solo para respirar. Se decí

ndo pensó en regresar, un automóvil se detuvo frente a la puerta y de él bajó una señora. Ayme nunca fue buena memorizando nomb

eyendo que a lo mejor se trataría de su chofer. La chica con los pies doloridos esperó desde e

des -habló

rida -respondió la

er, estaba feliz de ver que al menos uno no parecía estar "interesado en sí mismo". La Señ

ena le pareció tan cliché que cuando sus manos tocaron el pañuelo que tuvo que mirarlo. Se sorprendió por lo que vio, hasta entonces

oche y eso mantuvo su atención durante unos segundos mientras se aseguraba de mirarlo fijamente. Ella lo

de pie. Tragó el gran nudo que tenía en la

- Ayme dirigió el

señora tomando el pañue

staba intrigada por el gesto frío hacia su madre, pero se dio cuenta de que era normal cuando sorprend

.

do el número de su padre, que pronto

an ansioso por la conversación que n

mino -respond

o que él. Eso solo lo puso de buen humor para ver a su padre, tenía poco tiempo debido a la compañía y pensó que debería tener algo de tiempo para él. No hablaban mucho,

podía recordar cada segundo que vivió allí, pero el más doloroso. Ni siquiera podía pasar una noche

al niño con una sonrisa deslumbrante. A ella le gustaba verlo allí, él trajo buenos recuerdos

tá esperando -h

una sonrisa de la cara era una misión difícil. Justo dentro de la casa, Carlos Montenegro caminaba de un lado a otro, el texto estaba decorado en s

tó a su lugar cuando es

da más. Tendría que lidiar con el n

n abrazo. - El

por el nerviosismo, pero realmente ext

n mucho los abrazos -di

mundo que podía abrazar a su hijo y desafortunadamen

rano? - preguntó. - No t

aría a cenar, ya que lo llamó a las tres de la tarde.

sentarte?

to volver a

lo el pecho del anciano, supo que había

có el aire y llenó sus pulmones hasta que

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