Camille Thompson a sus veinticinco años siente como la luz escapa de su vida a un paso vertiginoso. Quedarse ciega tan joven no estaba en los planes para los sueños y metas que le quedaban por cumplir. Pero una enfermedad avanzada, una familia humilde y una deuda aplazada la hace replantearse muchas cosas. Pero la vida siempre está ahà para aportar su granito de arena...en este caso no tanto la vida sino un anciano que al parecer tiene las cosas muy claras y sus planes muy bien trazados. -¿Te casarÃas con mi nieto, bella Camille? A cambio yo pago la deuda de tu familia y tu tratamiento para que vuelvas a ver la luz del sol.
El cantar de los pájaros que se posan en la ventana, los ladridos insistentes del perro insoportable de la señora Cassel, los maullidos de los gatos huyendo de los caninos callejeros, los taxis pitandose unos a otros, el silbato del cartero. Los gritos de Peter y Georgia, los vecinos del quinto piso. La música atronadora de rock del chico de al lado. Y los gemidos de Fanny, otra de mis vecinas que su cuarto da con el mÃo y su profesión de prostituta la vivo más yo que ella misma. Suspiró al sentir un nuevo grito y su cama chocar con la pared.
Cinco años, llevo cinco años escuchando los mismos sonidos. Las mismas personas las mismas voces. Mi vida si es lo que se puede llamar al cien por cien una monotonÃa constante. O como le digo yo inconscientemente "El túnel de los suspiros"
Si suspiros... ya que eso es lo que hago todos los dÃas, hasta que viene mi amiga a rescatarme de este silencio y bullicio intercalado.
Un nuevo suspiró, un nuevo gemido, otro grito y luego una lágrima. Lágrima que rueda por mi mejilla hasta llegar a mis labios, dándome a probar el amargo sabor de mis lágrimas.
Mi enfermedad me ha hecho perder más del setenta y cinco porciento de la vista. Hay dÃas en lo que con algo de suerte sólo veo sombras negras, pero hay otro en los que no veo nada, absolutamente nada.
Hoy...hoy es uno de esos dÃas. Donde la vista se levantó más insoportable que otros dÃas, los ojos irritados, con dolor ocular y con ampollas. Si todo junto como una gran familia que no te abandona. En el peor de los casos.
La distrofia de Fuchs, no es la más malas de las enfermedades, pero si es muy dolorosa y más aún cuando vas perdiendo la visión poco a poco y dejas de observar aquello que en algún momento de tu vida te parecÃo lindo y maravilloso. Cuando pasas a ser inservible a la sociedad, un estorbo para tu familia y la cosa horrorosa que tu novio quieren ocultar de todos.
A mis veinte años era hermosa, de hermosos y llamativos ojos azules como dice mi madre, un cabello castaño largo, pecas en el rostro, labios rellenos y según mi mejor amiga y mi hermana. tenÃan un aspecto de ser muy besables. TonterÃas de ellas. Era reclamada por muchos chicos en la universidad. Pero para ni solo existÃa él...ese infeliz que solo me utilizó y terminó burlándose de mà en medio del patio. Diciendo que aparte de pobre, sosa y aburrida ne estaba quedando ciega.
La humillación de mi vida, a partir de ahà dejé de ir a la universidad. Empezaron los desmayos, dolores oculares y dolores de cabeza. Hasta el dÃa de hoy cinco años después. Más nunca lo he vuelto a ver, literalmente.
Siento la puerta abrirse y luego el perfume dulzón de Erika.
Los sentidos se me habÃan desarrollado de una manera increÃble. Era capaz de identificar a las personas conocidas para mi con solo olerlas y sentir sus pasos, dependiendo de su peso.
Erika utilizaba un perfume dulzón que hacÃa que mi nariz sintiera un ligero cosquilleo. Su paso era pesado y fuerte a pesar de su tamaño y peso menudo.
-Hola Erika.
Ella llegó hasta a mi y me dio un ligero beso en la mejilla.
-Aiiiss, ¿Cómo se encuentra la personita más bonita de mi vida?
-Pues ya vez, más ciega que ayer y un poco menos que mañana.
-Camille Thompson, no hables asÃ.
Ruedo los ojos.
-¿Que es Erika? Es verdad.
-Uuyy, alguien se ha levantado muy insufrible hoy. Yo se que necesitas. Vamos de pie, vamos a por un helado al parque Central.
-No tengo ganas Erika.
-Acaso te pedà permiso, no verdad. Pues levanta tu culo gordo y camina. -Ese tono sarcástico y seco me hacÃa saber que se habÃa molestado y me sentà mal por ello. Ella solo trataba de mejorar mi dÃa.
-Nena, lo siento, por favor. -Agarre su mano y le di un beso.
-No me gusta cuando te deprimes de esa manera, es verdad estás medio ciega. Pero aún estás vivas y no dejaré ni ahora ni nunca que te dejes consumir lentamente. Eso matarÃa a tu familia. Que se matan dÃa si y dÃa también porque nada te falte. Asà que levanta y vamos a por ese helado.
-Señor, si señor.
Hice un saludo militar y ambas nos empezamos a reÃr.
Salimos de casa y tomadas de la mano, Erika me ayudo a bajar los escalones. Salimos a la calle y pude sentir el aire fresco en mi rostro.
-Toma ponte estas gafas, para que el sol no dañe tus hermosos ojos.
-Gracias Eri.
Ambas retomamos el camino y quince minutos después estábamos llegando al parque. Nos dirigimos al árbol que según Erika estaba al lado de la fuente y ahà nos sentamos.
Ese habÃa sido nuestro árbol en todos estos años.
-Félix no ha llegado aún, me pregunto que sabores traerá hoy. Hace dÃas no venimos.
-Si el de banana de la última vez no me gustó mucho. -dije arrugando la nariz.
-Si a mi tampoco, debemos decirle que lo quite.
-¿Quién está hoy en el parque? -Pregunté sonriendo.
-Esta el club de yoga, esos ancianos tienen más fuerza de voluntad que nosotras para el ejercicio. También vino la pareja gótica que la chica tiene el cabello azul y hoy usa unas botas increÃblemente increÃbles. -Yo rÃo, Erika cualquier calzado le parecÃa increÃble.
Asà seguimos por otro rato riéndonos y haciendo chistes a la sombra de aquel enorme árbol que hasta el sol de hoy nunca habÃa visto. Hasta que escuché la alegre voz de mi amiga.
-Y...ohh. pero mira quién ha llegado.
-Buenos dÃas hermosas señoritas. ¿Como están hoy?
Sonrió al escuchar la varonil y ronca voz. Ese era Duncan. Un anciano del que habÃamos ayudado un dÃa cuando querÃan asaltarlo.
Ahora si se preguntan como una ciega y una chica que media 1.60 evitaron que asaltaran a un anciano del doble de su tamaño.
Pues ni yo sabÃa como.
Según Erika, ese dÃa fue súper loco. Y ni ella entendÃa como pudimos evitar que lo dejarán sin nada.
-¿Hola hermoso caballero, como esta usted? -dije coqueta.
El soltó una sonora carcajada y lo sentà posicionarse a mi lado.
-Ya viene Felipe, ¿de que quieres helado? Bueno no importa, a ti tampoco te preguntaré, se comerán el que yo elija.
-Recuerda...
-Siii Camille se que eres alérgica a las fresas. -Casi la veo rodar los ojos. Y se que lo hizo por la risa nasal de Duncan. -Ahora regreso.
-¿Todo bien? -le pregunto al señor sentado a mi lado, por su silencio.
-¿Como sabes que no lo estoy?
Me quedo en silencio un rato y levantó la cabeza al cielo, sin poder ver nada.
-Hoy es uno de esos dÃas sabes. Los ojos me duelen más de lo normal y casi no pude dormir, nadie lo sabe. Ni tan siquiera mi médico. No he querido preocupar a mi familia con algo que no pueden resolver. Solo trato de sonreÃr, ser la menor carga posible para ellos y sufrir en silencio.
-¿Y me dices esto porque...?
-Te lo digo porque sufres en silencio al igual que yo. Hay algo que te preocupa y no quieres hablarlo. No veo, pero soy buena escuchando. -dije tratando de ser graciosa.
El rie pera después escucharlo suspirar. -Tienes razón. Hoy es uno de esos dÃas en lo que extraño demasiado a mi esposa y ocultarlo me ahoga. Estoy seguro que ella sabrÃa que hacer en una situación como la que me encuentro.
-Pues si está entre mis posibilidades estoy dispuesta a ayudarte. -dije sincera.
Nos quedamos otro rato no silencio escuchando los carros, los niños reÃr y a sus padres gritando como posesos.
-¿Te casarÃas con mi nieto, bella Camille? A cambio yo pago la deuda de tu familia y tu tratamiento para que vuelvas a ver la luz del sol.
En ese momento sentà el aire abandonar mi sistema de golpe. Me habÃa quedado sin palabras y eso en mà es muy difÃcil.
-¡¿Cómo?!
-Necesito que mi nieto se case si no tendré que vender las acciones de mi esposa. Formamos la empresa entre los dos y no puedo dejar que eso suceda.
-Pe...pero.
-Si, se que es una locura. Pero eso es lo poco que me queda de ella.
-¿Y tú nieto lo sabe?
El suelta una carcajada amarga y podrÃa jurar que esta negando con la cabeza.
-Ese Cailean me lleva por el camino de la amargura. Su reputación de libertino y de casanova nos está dando una mala imagen a la empresa. Solo se encuentra con vÃboras que quieren quitarle el dinero. Mi dinero.
-¿Y él sabe que quieres casarlo?
-Pues claro que lo sabe, y como se su gusto para las mujeres. Le dije que yo elegirÃa a su esposa.
-¿Vaya, todavÃa se estila eso en pleno siglo veintiuno? -dije asombrada.
Aunque suponiendo que eso era lo que hacÃan las familias adineradas. Aunque eso preferirÃa reservarlo para mÃ.
-Duncan, no he logrado verte en persona. Pero se que eres una persona maravillosa, mi corazón asà me lo dicta. Pero de ahà a casarme con alguien que no conozco, no sé sé podrÃa. Yo...
El agarra mi mano y me da unas palmaditas, su mano era callosa y grande. Todo al contrario de la mÃa.
-Lo sé Camille, se lo que quieres decir. Al menos déjame pagarte la operación, déjame devolverte la vista y la vida.
-No. -Dije negando frenética con la cabeza. -No dejaré que gastes un mà un solo centavo. OlvÃdalo. -dije cruzándome de brazos.
-Esta bien, solo no olvides que siempre. Escuchame bien Camille, siempre estaré para tÃ.
Me dio un beso en la frente y luego solo silencio.
Se habÃa marchado.
Y no sabrÃa cuanto me arrepentirÃa de mi decisión dÃas más tardes.
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